Comentario del Apocalipsis / Interpretatio libri hulus / 1/Del libro de la revelación y la voluntad de cristo hacia sus siervos, a través de un texto arcano y divino

 

Interpretatio libri hulus 



Del libro de la revelación y la voluntad de cristo hacia sus siervos, 
a través de un texto arcano y divino

Arcano refiere lo difícil de conocer por ser recóndito, secreto o reservado. Por tanto, referir aquí un texto arcano entendemos que lo es por acción directa de persona o grupo humano, o bien, por voluntad divina. Siendo lo divino estéril e insondable al hombre, solo penetrable mediante acción de aquella misma voluntad divina que le dio origen, permitiendo entonces acceder no solo a su sentido primero y expresado, en este caso de su profecía, sino a lo que lo expresado en ella sepulta, solo accesible a la luz de dios.

I

El título lo dice, nos encontramos ante un libro apocalíptico / o Revelatorio. Apocalipsis quiere decir Revelación. Literalmente, desde-lo-oculto. Por lo tanto, el libro nos va a revelar o desvelar algo “desde lo oculto”, algo que el autor quiere que sepamos, pero que lo va a hacer de un modo (apocalíptico) y arcano: a través de aquello que se muestra intencionadamente hermético a descifrar de su mismo origen, y que ciertamente evita que los contrarios a Dios (el mundo) puedan interpretar e interferir su voluntad: "pues, el que es amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios" (Santiago, 4); Pero tampoco lo pone fácil a sus siervos más tibios o poco instruidos en la palabra, y de ahí las reticencias a la revelación, dentro mismo de las iglesias. Aunque lo que queda claro es precisamente aquello que se pretende: desconcierta, desorbita y desvía a todo no cristiano, dado más a interpretar un texto, que no la voluntad del señor del texto, una gracia reservada solo al espíritu que nos otorgó Dios, por petición misma de cristo.

II

El libro, tal y como se advierte del mismo, va destinado a los siervos de cristo por voluntad y palabra de Dios, para una lectura litúrgica. Esto lo indica la relación que aparece entre un «lector» y muchos «oyentes», que deberán preocuparse de retener y de poner en práctica lo que escuchen (1,3; 20,7). 'No es una carta, ni una carta de consolación. Los datos que han ofrecido ya algunos comentadores la base para una afirmación de este tipo se explican perfectamente admitiendo que está destinado este libro a una lectura litúrgica, mientras que son insuficientes para sostener la forma literaria epistolar (Ugo Vanni). Por lo tanto, estamos ante un escrito apocalíptico (nos dicen), que ciertamente se interesa por unos hechos pasados que nos conducen a aquellos acontecimientos concretos (de la historia y las persecuciones a los cristianos en los tiempos de Juan) de un modo ya arcano, y es a la vez una profecía (nos dice Juan, el autor), que luego interpretado da primero su significado a aquellos sucesos del pasado, mas luego este y sobre su sentido “profético y arcano” (1,3; 22,7.19) luego interpretado a la luz de Dios, entendemos, que trasciende su materialidad y temporalidad y, por tanto, han de ser reinterpretados de modo singular: pues no ha sido voluntad del hombre el texto, sino de dios, y en el texto sus propias palabras son (de dios que entregó a Cristo para su siervo Juan) y esto lo cambia todo. Pues no es por voluntad de dios que escribe cristo, sino el mismo dios escribe un texto, que entrega cristo para sus siervos, y esto es así por una razón que no se explica, pues lo explica la forma: en su origen, por quien desde fuera del tiempo, lo proyecta dentro. Verbo que está más allá del tiempo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios (Juan 1, 1) que permanece siempre y mide el cielo con la mano y abarca la tierra con el pulgar (Is 40,12), manifestando con ello que está por fuera y alrededor de todas cuantas cosas creó en el tiempo, puesto que lo que se cierra dentro (del tiempo) depende del que lo encierra desde fuera (B. Liébana) Y es precisamente por esto, que el texto (es temporal a Juan, pero es verbo de dios y atemporal) que puede, y ha de ser reinterpretado a su finalidad. Pero Debemos de recordar (y todo cristiano lo entiende) que todos los apóstoles escribieron por inspiración divina, y que las palabras que ellos usaron fueron dadas y escogidas por el Espíritu Santo, y no por ellos mismos (Jn 14:26; 16:13; Hch 2:4; 1 Co 2:13). Y que de este texto, su significado dentro de su contexto, e inspiradas por el espíritu, son accesibles a su sentido primero de dios, solo a sus siervos por el bautismo en Cristo, mas es a través del espíritu y por el espíritu, cuando este decide quién y cuándo es el momento. Pues el espíritu no sirve a la voluntad del hombre en espíritu, sino a la de Dios

Un texto dado a interpretar

Ha quedado claro del texto, que su significado, solo es accesible a su sentido, a los siervos del dios y en cristo, por el bautismo y a través del espíritu que mora en ellos (nosotros). Pero, atiendan… hay que entender antes, lo que nos está diciendo el texto, de manera literal. Entender literalmente lo que nos dice y entenderlo de dentro del primer y segundo contexto (del autor). Entender que es y de donde viene y nos dice, luego Juan, para entenderle luego a él y el significado para el de sus visiones y poderlo interpretar sobre aquello que nos quiere decir, por medio de lo que nos dice. Y pregunto ¿entendemos lo que nos dice el texto “literalmente”?, pues el apocalipsis hay que leerlo literalmente, y luego entender las visiones como visiones (expresión de dios) de lo que además nos advierte Juan. Recordar que el texto, la simbología expuesta, era claramente identificado por aquellos primeros judíos/cristianos, que partían del conocimiento por el antiguo testamento de lo expuesto en el texto, para por el espíritu poder acceder a la revelación. De ahí la necesidad de entender lo literal, para acceder a lo no literal del texto y después a lo que sepulta el texto.

Sobre la forma literal del texto, y dado a la razón, por la razón, nos lleva igualmente a un callejón sin salida, donde la imaginación es libre y todos opinan, por ello quizá merezca la pena recordar, a quienes a este texto se aventure sin auxilio del espíritu, antes de iniciar, aquella fórmula a la que Dilthey se refiere al final de su breve escrito sobre la Hermenéutica (interpretativa).- «El objetivo final del método hermenéutico es comprender al autor mejor de lo que él se ha comprendido a sí mismo» fórmula que en este caso sirve a muchos: Juan ya interpreta por el lenguaje pasando a palabra escrita, lo que en su visión está viendo: él a sí mismo por sus palabras le da un sentido (interpreta) primero para él, pero igualmente para los que luego escuchen lo que está viendo / lo que vio. Pero vamos a / Schleiermacher, de quien al parecer Dilthey toma la fórmula, y que nos presenta, sin embargo, una variante que entiendo importante, recogida de una declaración a la Academia de Ciencias de Berlín, y donde escribe: «Sin duda que hay algo verdadero en la fórmula de que la plenitud de la interpretación consiste en comprender a un autor mejor de lo que él puede explicarse a si mismo». Esto es: Junto a la interpretación gramatical hay un proceso de (interpretación) en el que el intérprete se esfuerza por dominar la supuesta genialidad del autor (Juan interpretando su visión de lo que de dios le muestra por el ángel). Y «¿Qué es lo que tenemos que hacer, cuando llegamos a un pasaje donde un autor ilumina por el lenguaje un determinado giro, forma, o una determinada manera de decir? Aquí no queda otra solución que partir, como adivinándolo / interpretando, a partir de aquel estado de producción de pensamiento (por una revelación dada en visones) donde e1 autor estaba inmerso, indagando en su necesidad del momento y como sus saberes podían influir de una manera, y no de otra, en eso que llamamos lengua (lenguaje) que, por así decirlo, está flotando en e1 autor, y de ese modo reinventar/ interpretando nosotros ese acto creador». Este proceso de interpretación se sitúa, paralelamente, al proceso de creación del autor. En ambas perspectivas se destaca un aspecto inconsciente, en el que el lenguaje es medio para una forma de comprensión que supera los límites que ese mismo lenguaje establece, y en este caso con mayor sentido es así. Sin embargo, encontramos que tanto la producción del autor como la reproducción del intérprete ofrecen una asimetría que procede de una serie de componentes psicológicos, temporales culturales, etc., que impedirían la plena adecuación entre esos dos procesos… un cristiano antiguo judío, no precisaría de tanto, pues entendería buena parte de lo expuesto así como lo ve Juan y en su sentido profundo, pero nosotros no tenemos hoy la cultura judía, y desconocemos sus fuentes, pues no leemos apenas el antiguo testamento, y aun así incluso el judío cristiano de su tempo se debe esforzar, en el componente psicológico, del mismo modo que nos esforzamos nosotros hoy por entender a otra persona. De ahí que el apocalipsis sea ajeno y extraño a todos. Entonces. ¿Dónde está el «comprender mejor» si todo comprender es expresión de un «comprender de otro» que expresa la esencial alteridad con que el texto y su creador con ella se nos aparecen? Este encuentro de intérprete, congenialmente enlazado con su autor, presenta además una nueva forma de asimetría que, en cierto sentido, nos expresa un extraño pasaje de Schleiermacher: «Quien en el asunto de la interpretación no ve claramente como la corriente del pensamiento de la creación parece chocar y rebotar contra las paredes de su cauce, y dirigirse en otra dirección de aquella que habría tornado libremente, ese tal no puede comprender ya ese /oyo interior de la creación y mucho menos al autor e1 lugar exacto que ocupa, en vistas a su relación con e1 lenguaje expuesto y sus formas». De ahí, la necesidad primero de entender a Juan, culturalmente y las fuentes de su pensamiento y saberes, para saber de qué nos habla y entender lo que ve, por él. Solo así, y entendiendo a Juan y lo que ve, hacemos luego una interpretación válida de aquello que nos dice, y que nos encamina a aquello que se intuye sepultado por las mismas palabras del texto, y que del mismo proceso entendemos solo accesible por medio y voluntad del espíritu santo, que dará sentido a lo sepultado por su autor original, en unas palabras por Juan escritas en la materia del tiempo, que son imágenes ofrecidas proporcionadas por Dios, de nuevo ahora en la mente, pero de quien a luz de dios hoy las lee, y por el espíritu vuelven a Dios, y por el espíritu él nos devuelve a nosotros en su sentido divino. Pero, por desgracia, esto hoy lo entiende mejor un físico, que un religioso, igual que el físico entiende que si una imagen en la pared, captada en un momento del tiempo en una fotografía cambia, cambia a la vez la imagen de la fotografía. Y venga pruebas, donde no lo reconocen ellos, y como Felipe antes, tampoco ahora lo reconocéis vosotros en ellas. 

 

Respuestas al Apocalipsis / Contestó: Sobre la Autoría Del Apocalipsis de San Juan

Comentarios al apocalipsis

Comentarios al apocalipsis
(1)
22/05/2023
A partir de algunas afirmaciones de Antonio Piñero.

A mis hermanos en Cristo:

Auxilió al espíritu santo, le pido me ilumine para consuelo de mis hermanos, que encuentren de estas palabras alivio y regocijo, y nunca confrontación.

I

Antonio Piñero afirma en sus charlas, conferencias y libros, cuando en estas o aquellas habla del libro de la revelación de Juan, que este no lo escribió Juan —apóstol, amado de cristo— sino otro Juan: un Juan cualquiera y desconocido*. Lo afirma (entendemos) a partir estudios filológicos, entiendo que propios y de los que afirma que la redacción del “texto” se ve distinta, en forma y lenguaje escrito, al evangelio y epístolas del mismo Juan Apóstol, y, por lo tanto, deduciendo que nos hallamos ante un texto de laboratorio o despacho: sentencia el filólogo. Esto, ciertamente, ya podría ser causa de polémica y discusión, pero lo es más incluso de desazón para el creyente, que siempre entendió la visión y revelación de Juan —apóstol, amado de cristo— y se encuentra, ante al desahogo y a veces procacidad laica que demuestran algunas personas hablando en público temas de fe, escuchando de estas que su fe es absurda, que los cristianos estamos equivocados (ellos no) y que es otro Juan, seguro, el autor de la revelación de Juan: un Juan, por cierto, desconocido. Es por ello, que me gustaría que aquellos hoy con pesadumbre encontrasen consuelo y regocijo de estas palabras mías, para las que he rezado al Espíritu Santo pidiendo auxilio y lucidez, para obrar por la mano del Señor y no la mía, a la hora de iluminar lo que se pretende oscuro: la revelación a sus siervos de Nuestro Señor.

Iniciaré con aquellos textos que pretendo puntualizar (del autor), tomando del prólogo inicial de su libro, la parte de un párrafo muy significativo, y representativo de la idea o línea de pensamiento que muestra el libro y el propio autor, y que veremos más adelante, igualmente — esta misma línea de pensamiento apocalíptico: en tanto a fin del mundo— en la introducción, también muy breve, y que transcribo completa, al Apocalipsis de Juan, dentro de los apocalipsis cristianos, y publicado por el filólogo A. Piñero en su libro: Los Apocalipsis, 45 textos apocalípticos apócrifos, judíos, cristianos y Gnósticos.

Resaltar, que en todo el libro no se comentan los textos, interpretándolos; ni tampoco hay una traslación del griego o un estudio filológico, por lo que el libro no es de utilidad alguna, más allá de exponer unos textos traducidos al castellano (no por él, y tampoco completos) y las propias ideas del autor del libro, sobre aquello que uno lee y entiende, para sí, pero que más parece no entiende, para nada su sentido primero y dado en este. En mi caso interpretaré algunos textos, o lo intentaré (pues es un texto para cristianos), aportando con ello alguna luz, con la ayuda de Dios y del Espíritu Santo, pues Nuestro Señor tiene mucho que decir a sus siervos, creados en cristo para buenas obras, las cuales Dios preparó ya de antemano, para que diésemos en su momento, buena cuenta en ellas...

II
Estos comentarios al apocalipsis se organizan no de forma directa, como un comentario al texto de Juan punto por punto, y de comienzo a fin; sino de manera indirecta, a través de respuestas, a otros comentarios sobre el apocalipsis, que puedan hacer otros comentaristas fieles, o detractores del mismo. En esta ocasión se trata de contestar y aclarar a unas afirmaciones realizadas, y que ponen en tela de juicio la autoridad o autenticidad del texto, como del apóstol Juan, a quien se le atribuye. Y el carácter de revelación del mismo.


II
Versículos del Apocalipsis comentados:
Cap.-1
(Apocalipsis 1, 1ª); (Apocalipsis 1, 3); (Apocalipsis 1, 4 y 8),

Textos (párrafos) a comentar:
Párrafos 1, 2, 3, 7 de la introducción a los 40 apocalipsis.

Resumen de los puntos a comentar

P1, obra compuesta en dos etapas, utiliza fuentes anteriores, más de un escrito
P1 y P2, Fecha de publicación y muerte de Juan apóstol
P3, Autor desconocido, otro Juan
P4, representa lo que ocurrirá al, fin de los tiempos: futuro próximo, inmediato:
P7, Es un mensaje para los “lectores” del texto
P8, una obra escrita para su momento histórico específico, y no profética.
Un mensaje de consolación.

Antonio no habla de revelación de cristo como eje central, sino de apocalipsis haciendo hincapié sobre el fin del mundo y las expectativas de futuro para los cristianos

Los Párrafos concretos

(1)Esta obra es la que cierra el grupo de escritos que llamamos Nuevo Testamento, pero eso no significa que fuera la última en componerse. En su forma actual, el Apocalipsis es una obra muy compleja, compuesta quizá en dos etapas, que utiliza fuentes anteriores a ella y que tiene material de diversa procedencia cronológica. La mayoría de los estudiosos fecha su redacción definitiva en torno al 96 d. de c, durante el reinado del emperador Domiciano.


(2)La tradición eclesiástica atribuye este escrito al apóstol Juan, hijo del Zebedeo, el mismo que compuso el Cuarto Evangelio. Pero tales atribuciones son imposibles por razones de cronología -el apóstol Juan murió mártir en la persecución desatada en el 44 d. de e —por el rey judío Agripa— de estilo y de pensamiento teológico divergente. Por estas mismas razones, los autores del Cuarto Evangelio y del Apocalipsis son también distintos entre sí.

(3) Entre la literatura apocalíptica estricta es esta obra casi la única que no se presenta como anónima. Su autor es Juan, vidente desterrado a Patmos, pero lo malo es que no sabemos quién es exactamente.

(4)El Apocalipsis se divide en dos grandes partes, precedidas por un prólogo (1, 1-11). La primera describe el presente: capítulos 2-3. La segunda parte (capítulos 4-2 2) representa lo que ocurrirá al, fin de los tiempos, el futuro próximo, inmediato: «Escribe lo que has visto: lo que es y lo que va a suceder más tarde» (1, 19).

(5)Los hechos que describe el autor aparecen en escena varias veces: los mismos acontecimientos se describen hasta en tres ocasiones, pero desde distinta perspectiva, utilizando normalmente el esquema del siete. La repetición triple es como la de una composición musical que presenta una obertura, la presentación del tema y luego el desarrollo pleno de este. Así: 4,1 y ss. /5,1 y ss. /6, 1 y ss, son en realidad la misma visión. Los ciclos de los siete serlos, siete trompetas y siete copas son sustancialmente la misma visión repetida tres veces. 6, 1- 8, 1 son una descripción sumaria de los horrores que van a venir y preparan el Gran Día de la Cólera = los siete sellos; 8, 2 - 11, 19 forman una segunda descripción de los mismos horrores y castigos: comienza la Gran Cólera = siete trompetas; 15, 1-16, 21 constituyen la tercera y definitiva descripción de los mismos espantos de la Gran Cólera = siete copas. Por tanto, los siete sellos, las siete trompetas y las siete copas dibujan los mismos acontecimientos, pero en oleadas sucesivas.

(6)Este es el eje central del Apocalipsis. Terminado este plan de triple repetición de los horrores de la Gran Cólera, viene la descripción del triunfo definitivo del Cordero Jesús y sus fieles, que es a su vez repetición y expansión de temas o anuncios anteriores.

(7)Este triunfo largamente anunciado es el gran mensaje para los lectores, no hay que desanimarse; el fin del mundo es inmediato; después de las penalidades viene la gran gloria, si se es fiel a Jesús.

(8)El Apocalipsis de Juan es una obra escrita para su momento histórico específico, con la idea de que el fin del mundo sería inmediato. Esta profecía no se cumplió, pero la obra del vidente Juan no vale para predecir -utilizando cualquier tipo de operaciones de interpretación— el verdadero fin del mundo, ya que los datos que ofrece su escrito están pensados para su tiempo histórico.

(9)Es normal que el público piense que solo existe un escrito de esta clase, el que lleva el nombre de Juan, el Apocalipsis por excelencia, el libro que cierra la colección de textos que llamamos Nuevo Testamento. Resulta, sin embargo, que el judaísmo y el cristianismo primitivo nos han legado muchos más escritos de este género, muy interesantes para conocer las ideas sobre el fin del mundo y las expectativas de futuro que albergaban judíos y cristianos en la época en la que surge el cristianismo, ideas -o al menos muchas de ellas- que duran hasta hoy día. — (De la introducción inicial del libro).

 

Comentarios a los párrafos. 1, y 7

Los párrafos 



(1)Esta obra es la que cierra el grupo de escritos que llamamos Nuevo Testamento, pero eso no significa que fuera la última en componerse. En su forma actual, el Apocalipsis es una obra muy compleja, compuesta quizá en dos etapas, que utiliza fuentes anteriores a ella y que tiene material de diversa procedencia cronológica. La mayoría de los estudiosos fecha su redacción definitiva en torno al 96 d. de c, durante el reinado del emperador Domiciano

(7)Este triunfo largamente anunciado es el gran mensaje para los lectores, no hay que desanimarse; el fin del mundo es inmediato; después de las penalidades viene la gran gloria, si se es fiel a Jesús.

Comentarios


El Apocalipsis, en su forma actual—nos dice Antonio— se compuso "quizá (no es seguro) en dos etapas, utilizando fuentes anteriores a ella" (que bien pudieran ser también orales, o provenir de estas —insinúo—, y trasladadas luego a un texto, dictado, para complementar lo que faltase de otro). El mismo Antonio añade: que el texto tiene material de diversa procedencia cronológica: esto es, a partir de estudios filológicos; entendemos, pues, diversos testigos o textos anteriores; sin embargo, esto apoya no solo lo dicho por mí antes, en tanto otras fuentes para complementar lo que faltase de otro, sino igualmente se advierte aquella costumbre muy cristiana, y aconsejable (Mt 18,16), y que luego también leemos en corintios: "En la boca de dos o de tres testigos consistirá toda palabra" (2 Cr 13,1).

Es cierto, y muy evidente, que el griego del Evangelio de Juan y del Apocalipsis son dramáticamente distintos: el griego del Evangelio de Juan es claramente mejor que el griego del Apocalipsis. Causa principal de los argumentos y ataques laicos contra de la autoría del Apocalipsis por el mismo Juan apóstol (Evangelista). Pero atiendan: la mayoría de la literatura del siglo primero no fue escrita de puño, sino dictada a un escriba, la diferencia en el nivel de sofisticación lingüística, podría perfectamente deberse a los diferentes escribas que hicieron el trabajo en cada determinado momento, sin mencionar el género de adaptación de la narrativa histórica (Evangelio de Juan) a la literatura apocalíptica (Libro del Apocalipsis). En otras palabras, si Juan escribió su Evangelio desde Éfeso (tal como especifican tradiciones primitivas) tendría sentido que tuviese acceso a algunos de los mejores escribas, mientras que cuando él estaba en la isla de Patmos, ya mucho más mayor, y momento de la revelación, es razonable suponer que la elección de escribas fuese severamente limitada, eso y si estuviera alguno disponible. Pero Entiéndase igualmente, que no estamos hablando de un mamotreto como el Quiote de 2000 páginas, sino de un librito de 20 páginas, no más en mi biblia, y que cualquier cristiano, pero sobre todo cualquier judío/cristiano de la época con algo de empeño, podría memorizar en la cárcel, incluso con más empeño en una cárcel. Donde difícilmente hallaremos pluma, escriba o incluso un lugar para conservar lo escrito: de ahí una revelación (visión) que se pueda memorizar y luego, llegado el momento apropiado, ser dictada oralmente para poder ser leído en voz alta y escuchado por toda la comunidad, y sin necesidad, por cierto, de que dicha revelación tuviera que ser escrita de puño y letra, por quien la recibe originalmente como revelación: y que a bien seguro no la esperaba con la pluma en las manos, ni en las condiciones más apropiadas en una prisión del siglo I.

Pero por qué hablo de memorizar y luego dictar oralmente, o leer en voz alta, cuando siempre laicos y no laicos, hablan siempre de un texto (de leer el texto) y venga texto, al igual que el propio Antonio, como leemos: "Este triunfo largamente anunciado es el gran mensaje para los lectores, no hay que desanimarse; el fin del mundo es inmediato; después de las penalidades viene la gran gloria, si se es fiel a Jesús", -(Antonio Piñero -párrafo 7,1 - introducción). Un mensaje para lectores, refiere. Veamos, según leemos, los que de verdad leemos la revelación (el Apocalipsis) entendemos, se trata de un texto para ser leído /escuchado en voz alta, y lo dice expresamente: ‘bienaventurado el que lee en voz alta y los que escuchan’ (Apocalipsis 1,3). Por tanto, la obra implica que, el texto del Apocalipsis se escribe para ser leído en un contexto concreto: la asamblea cristiana que se reúne para celebrar su fe. Luego la lectura en voz alta a terceros, en cierto modo, podría obligar a los autores a configurar su lectura de una manera concreta con el fin que resultase atractivo al oyente (esto ya ocurre de las mismas traducciones), quizá enriqueciendo las formas, pero sin añadir otras formas, y sin quitar palabra alguna, pues Apocalipsis 22:18-19 contiene una advertencia para cualquiera que adultere el texto bíblico: “Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad, y de las cosas que están escritas en este libro”. Pues son las palabras mismas de dios a cristo, y cristo a Juan.

Por este mismo motivo, la revelación (o Apocalipsis) se sirve de un estilo oral muy enriquecido, y destinado a atraer cuando es oído en voz alta, que facilita al oyente escuchar al que lee: y que es la forma más rápida y directa de llegar a todas las personas y comunidades, de toda posición social en la antigüedad, sobre todo a las más humildes, siempre en el ojo de Nuestro señor. Por ello, las repeticiones ocupan lugar destacado en la revelación, pues facilitan primero al visionario captar y memorizar, y después al oyente el seguimiento de una compleja trama, así como su memorización. También observamos que la revelación se sirve de estrategias del lenguaje oral con otras sus intenciones, concretamente cuando las fórmulas se aplican a ‘el que está sentado en su trono’ y, a ‘semejante a un hijo de hombre’, de lo que se entiende que dentro del proceso de revelación, se enfatiza a que el oyente no solo reconozca e identifique dentro de la trama al protagonista, sino también para que a través de su efecto significador descubran su rostro (la revelación) y la relación o conexión con la imagen de Dios del Antiguo Testamento: que es quien envía la revelación: Ἀποκάλυψις Ἰησοῦ Χριστοῦ ἣν ἔδωκεν αὐτῷ ὁ θεός (theos) …, ‘la revelación de Jesucristo, que Dios le comunicó…’ (Apocalipsis 1,1 a).

Luego parece lógico que el oyente/lector a quien Juan, por medio de la revelación, se dirige, igualmente se pregunte, qué Dios se esconde tras la expresión ὁ θεός, si el Dios de esta nueva revelación se asemeja al Dios del Antiguo Testamento o si, por el contrario, refleja ya el nuevo rostro de Dios de los escritos neo-testamentarios, donde Jesús revela su experiencia de Dios como Padre, (Lc 15,11-33); (Mt 6,25-30). Una primera respuesta aparece al comienzo el Apocalipsis en el diálogo litúrgico inicial (Ap 1,4 y 8), en el que Juan dice: χάρις ὑμῖν καὶ εἰρήνη ἀπὸ ὁ ὢν καὶ ὁ ἦν καὶ ὁ ἐρχόμενος (Ap. 1, 4 b). Gracia y paz a vosotros de parte del que está siendo, y del que era, y del que está viniendo. (la revelación) por tanto, designa a Cristo con tres palabras griegas casi intraducibles que designan su Divinidad (Él está en Gloria), su Humanidad y su futura Venida: está viniendo, un verbo y dos participios activos sustantivados: o oon o een kai o erjómenos que en y en castellano bárbaramente: "el Siendo, el Era y el Viniéndose". Estas palabras serán recogidas y ampliadas al final de dicho diálogo, donde tiene lugar una intervención de Dios que irrumpe ex abrupto, tras el oráculo profético, y es el mismo Dios quien revela al oyente/lector su identidad, a sus fieles atentos:

Ἐγώ εἰμι τὸ ἄλφα καὶ τὸ ὦ, λέγει κύριος ὁ θεός, ὁ ὢν καὶ ὁ ἦν καὶ ὁ ἐρχόμενος, ὁ παντοκράτωρ (Ap 1,8) Yo soy el alfa y el omega, dice el Señor Dios, el que está siendo y el que era y el que está viniendo, el todopoderoso / La denominación de "Cristo Pantocrátor" se extendió como apelativo de Cristo en la Iglesia Oriental: "el que todo lo manda", el Omnipotente. Pues hermanos, como vemos, no se trata tanto de distraerse con las escenas apocalípticas (y del fin del mundo, como se refiere tantísimas veces) y donde encallan siempre los laicos al igual que Antonio, sino de buscar y mirar a los ojos del que viene a presentarse y revelarse a nosotros: Cristo glorificado. Pues cabe que lo reconozcamos, y cuanto antes, ya que regresa, y lo hace pronto, nos dice…

Luego, o el lector contemporáneo, igualmente se hace preguntas respecto a este texto. No obstante, la lectura del Apocalipsis resulta ardua y difícil para el lector de hoy, pues en primer lugar no conoce con profundidad lo que en el s. I d.C. se designaba con el nombre de Escrituras, que corresponde en gran parte al Antiguo Testamento de la Biblia cristiana, por lo que encuentra dificultades para reconocer las continuas alusiones a los textos (relativo a las sagradas escrituras de los judíos) y, como consecuencia, le resulta difícil captar el trasfondo de la revelación, donde entiende un texto “apocalíptico” de connotaciones catastróficas, a partir de interpretaciones siempre erróneas, laicas y contemporáneas, donde leen y entiende la revelación (el Apocalipsis) como tradicionalmente se hace en la actualidad: en silencio. Sin embargo, en la Antigüedad la lectura se hacía en voz alta, era un evento social de carácter más o menos público / extendiéndose por las comunidades cristianas como el fuego: lo más rápido posible y eficientemente, donde un poeta recitaba los versos/versículos, y estos se visualizaban interiormente, sería algo así como hoy ir al cine.

Por lo que tanto el lector laico, como el cristiano no familiarizado con el antiguo testamento (católicos como yo, por ejemplo) son fácilmente manipulables por aquellos “estudios laicos” que afirman y desmienten a golpe de sentencia, basándose en unas pruebas relativas que hoy son de una manera, pero ayer no eran, y mañana serán otras. Mientras el texto, está ahí. Siempre.


Comentarios a los párrafos. 1, 2, 4 y 8
(Autoría y fecha del apocalipsis)

Los párrafos


(1)Esta obra es la que cierra el grupo de escritos que llamamos Nuevo Testamento, pero eso no significa que fuera la última en componerse. En su forma actual, el Apocalipsis es una obra muy compleja, compuesta quizá en dos etapas, que utiliza fuentes anteriores a ella y que tiene material de diversa procedencia cronológica. La mayoría de los estudiosos fecha su redacción definitiva en torno al 96 d. de c, durante el reinado del emperador Domiciano.

(2)La tradición eclesiástica atribuye este escrito al apóstol Juan, hijo del Zebedeo, el mismo que compuso el Cuarto Evangelio. Pero tales atribuciones son imposibles por razones de cronología -el apóstol Juan murió mártir en la persecución desatada en el 44 d. de e —por el rey judío Agripa— de estilo y de pensamiento teológico divergente. Por estas mismas razones, los autores del Cuarto Evangelio y del Apocalipsis son también distintos entre sí. Entre la literatura apocalíptica estricta es esta obra casi la única que no se presenta como anónima. Su autor es Juan, vidente desterrado a Patmos, pero lo malo es que no sabemos quién es exactamente.

(4) El Apocalipsis se divide en dos grandes partes, precedidas por un prólogo (1, 1-11). La primera describe el presente: capítulos 2-3. La segunda parte (capítulos 4-2 2) representa lo que ocurrirá al, fin de los tiempos, el futuro próximo, inmediato: «Escribe lo que has visto: lo que es y lo que va a suceder más tarde» (1, 19).

(8)El Apocalipsis de Juan es una obra escrita para su momento histórico específico, con la idea de que el fin del mundo sería inmediato. Esta profecía no se cumplió, pero la obra del vidente Juan no vale para predecir -utilizando cualquier tipo de operaciones de interpretación— el verdadero fin del mundo, ya que los datos que ofrece su escrito están pensados para su tiempo histórico.

Comentarios

La mayoría de los estudiosos fechan la redacción definitiva del apocalipsis en torno al año 96 d.c. durante el reinado del emperador Domiciano (otros antes). El testimonio antiguo más importante sobre la fecha del Apocalipsis es sin duda Ireneo, que prueba de la fecha tardía de este. Ireneo pasó su juventud en Esmirna, donde está una de las siete iglesias a las que se dirigió el libro de Juan, y afirma haber sido alumno de Policarpo, obispo de Esmirna, que a su vez fue alumno del apóstol Juan. Por lo tanto, difícilmente encontramos un testigo más informado y fiable. La afirmación de Ireneo sobre la fecha de redacción del Apocalipsis se conserva en latín por Ireneo y en griego por Eusebio. La versión latina de Ireneo se encuentra en sus comentarios sobre Apocalipsis 13:18 en su obra Contra las Herejías, que probablemente fue escrita hacia el año 180 d.C. Escribió: “Porque si fuera necesario que el nombre de él [el Anticristo] fuera revelado claramente en este tiempo, habría sido dicho por aquel que vio la visión apocalíptica. Porque no fue vista hace mucho tiempo, sino casi en nuestra generación, hacia el final del reinado de Domiciano.” Ireneo se refirió a la “visión apocalíptica” de Juan, y la situó “hacia el final del reinado de Domiciano.” Dado que el reinado de Domiciano terminó en el año 96 d.C., sobre la base del testimonio de Ireneo, podría decirse con credibilidad que el Apocalipsis fue escrito hacia el año 95-96 d.C. La declaración de Ireneo sobre la escritura del libro "hacia el final del reinado de Domiciano" es clara, y su credibilidad como testigo es intachable. Tras Ireneo, hay una larga lista de apoyo a la fecha del año 95 d.C. del Apocalipsis, que tiene una línea ininterrumpida por parte de algunos de los nombres más grandes y fiables de la historia de la Iglesia, después de Ireneo en el año 180 d.C, están: Tertuliano y Orígenes que apoyan la fecha tardía; sin embargo, estos no dicen específicamente que Juan fue desterrado por Domiciano. La permanencia de Juan el Apóstol en Éfeso es conocida asimismo por Clemente de Alejandría (hacia el año 200), quien refiere que «Juan, después de la muerte del tirano (Domiciano), regresó de la isla de Patmos a Éfeso».(Citado por Eusebio de Cesárea. Historia Ecclesiae, III, 23, 6.). El destierro de Juan el Apóstol desde Éfeso a la isla de Patmos (donde según Ireneo de Lyon fue escrito el Libro del Apocalipsis), puede deberse la acusación de ateísmo. La acusación de «ateísmo» en la historia del Imperio Romano refirió con frecuencia la negación a adorar a los dioses romanos en general y a reconocer el origen divino del emperador en particular, por lo que no es de extrañar el destierro de Juan a Patmos dada su actividad y negarse a adorar a otro dios que al suyo. Según el historiador D. Casio (67.14.1-2), Domitila y Flavio Clemente fueron acusados de ateísmo y condenados: Flavio Clemente fue ejecutado y Domitila desterrada a Pandateria. Sería después y tras del asesinato de Domiciano el 18 de septiembre de 96, cuando Juan habría retornado a Éfeso.

Luego, la tradición eclesiástica atribuye este escrito al apóstol Juan: el mismo que compuso el Cuarto Evangelio, hijo del Zebedeo (Zebedeo posible levita, dedicado al servicio del templo, leemos en: Ratzinger, Joseph (2007) - Jesús de Nazaret: Editorial Planeta). Pero tales atribuciones son imposibles por razones de cronología —nos dice A. Piñero — pues el apóstol Juan (de estilo y de pensamiento teológico divergente a ese supuesto otro Juan: el visionario de Patmos, y autor del Apocalipsis de Juan) murió mártir en la persecución desatada en el 44 d. (por Herodes Agripa 1). Y por estas mismas razones, los autores del Cuarto Evangelio y del Apocalipsis son también distintos entre sí. — sentencia Antonio Piñero, en su prólogo al apocalipsis de San Juan, del su libro: los 40 Apocalipsis. Añadiendo luego, sobre vidente desterrado a Patmos: “pero lo malo es que no sabemos quién es exactamente” (p. 210). Bien, pero si no sabemos quién es exactamente Juan, el vidente de Patmos, podría ser cualquiera, incluso perfectamente puede ser Juan apóstol. De no ser, porque parece que escribe (o los textos) son, algo diferentes a los textos anteriores de Juan, pero sobre todo: no es Juan, porque Juan está muerto, según Antonio.

(Muerte de Juan) Sin embargo, de esta persecución aludida por el filólogo, y realizada por Herodes Agripa I, persiguiendo a discípulos de Jesús y haciendo matar a Santiago, el hermano de Juan, —por cierto ambos hijos de Zebedeo. "Hijos del trueno" (Marcos. 3,17) y a razón de congraciarse con los judíos (Hechos 12,3) en ningún lugar luego se habla ahí… de la muerte de Juan. Pero de otro lado, diversos textos patrísticos — aquellos que estudian “los estudiosos”— adjudican a Juan su destierro en Patmos durante el gobierno de Domiciano, y una estancia en Éfeso posterior, constituido en fundamento de la vigorosa «comunidad joánica», en cuyo marco habría muerto a edad avanzada. Recordemos que Domiciano, fue emperador del Imperio desde el 14 de octubre de 81 hasta su muerte el 18 de septiembre de 96. Por lo que no concuerda que Juan muriese el 44 d. por las persecuciones de Agripa 1, como nos dice Antonio, esto si partimos de los textos que aportan los mismos padres de la iglesia. Luego la fuente de los textos, de todos los textos, y los que refiere Antonio también, deberían ser igualmente o partir de aquellos mismos textos de los padres de la iglesia. Sin embargo, son disímiles en cuanto a Juan, en este caso: ignoro la razón (importante, entiendo) de Antonio para tomar unas fuentes y no otras, todas entiendo más que razonables, aunque me gustaría saber por qué, una y no otra, para entonces partir de ahí, pero las desconozco.

Para terminar, y luego de su propia interpretación, Antonio dice: "El Apocalipsis de Juan es una obra escrita para su momento histórico específico, con la idea de que el fin del mundo sería inmediato P4. Y Siendo más: una carta de consuelo, para los creyentes" - nos dice Antonio (esto último lo extraje de una de sus conferencias). Y Luego añade P8 “Esta profecía no se cumplió”, sentencia, y añade: "Pero la obra del vidente Juan no vale para predecir -utilizando cualquier tipo de operaciones de interpretación- el verdadero fin del mundo, ya que los datos que ofrece su escrito están pensados para su tiempo histórico". (A. Piñero - Apocalipsis de Juan P.210).

Bien, para ser una carta de Consuelo dirigida a cristianos, desconsuela bastante escuchar las interpretaciones de esta carta de “consuelo”: “sangre hasta la altura de los frenos de los caballos, y casi todos los cristianos exterminados”: nos dice Antonio P. (conferencias). Por no añadir, además: que confunde bastante y aterroriza al profano, incluso los que en la fe flotan en la tibieza, cuando se escuchan algunas de las interpretaciones que nos hacen aquellos laicos (y sabios de hoy en día, de nuestra sociedad), como el mismo Antonio Piñero: afirmando, que el libro no procede de Juan Apóstol, sino de un "Juan" cualquiera y desconocido, e incluso, por qué no: del heresiarca Kerintos. Luego también afirma que no anuncia al señor, que no es una "profecía", entiende: del fin del mundo, en su opinión (dejémoslo así profecía / aunque yo prefiero: revelación, o: anunciación del Señor); y afirmando que es una alegoría, historia o carta de consolación, para sobrellevar unos hechos, ciertamente terribles, que estaban ocurriendo entonces y, por tanto, de un apocalipsis digamos inmediato (que Antonio interpreta, anuncia el verdadero fin del mundo, p. 210) en los tiempos que corrían (teoría de Antonio), y no una revelación, o mejor: la esperada anunciación de Cristo a sus siervos: unos 2.000.000 millones de cristianos, y luego… nos quedamos tan frescos!!

Pero igualmente, entiendo que la condición humana a veces nos juega unas muy malas pasadas, llevándonos por el camino equivocado del ego y la adulación, y no leemos bien las cosas: lo que nos dicen, y a la vez sepultan, las mismas palabras de un texto, y que por ello, parece que solo los necios ven. En cambio, “Lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios” (1 Corintios 1:26–28). Y me voy al comienzo del mismo apocalipsis a ver qué dice: “La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para mostrar a sus siervos las cosas que deben (suceder/hacer) pronto; y la dio a conocer, enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan,” -(Apocalipsis 1,1)

Revelación de Jesucristo / título. Que se la dio Dios poderoso / su autoridad divina, del texto. A mostrar a los siervos suyos / sus destinatarios: los cristianos (solo a los cristianos, no al mundo). Las cosas que se deben (suceder/hacer) pronto / brevedad en el tiempo: sucederán cosas (que los oyentes veremos: revelación y exhortación: deberemos hacer cosas (los oyentes que deberán preocuparse de retener y de poner en práctica aquello que sea por el Señor dispuesto) Observen... no se trata solo de esperar: la revelación de ese “supuesto fin del mundo”, sino también de una exhortación: hay que hace algo que se nos va a comunicar.

La apocalíptica se interesa por unos hechos concretos, que tienen que ser interpretados a la luz de Dios, que conduce los acontecimientos de la historia y les da un significado que trasciende su materialidad, (U. Vanni). Lo cierto, es que el método "apocalíptico" ciertamente evita que los enemigos de Dios, o contrarios a Dios (el mundo) puedan interferir — "pues, el que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios" (Santiago, 4) —.Pero tampoco lo pone fácil a sus siervos más tibios / siempre fue así, de ahí las reticencias a la revelación, dentro mismo de las iglesias primitivas. Aunque lo que está más claro es que desconcierta, desorbita y desvía a todo no cristiano, ajeno al Espíritu Santo a interpretar a la voluntad del señor, cuando no es por gracia de espíritu santo que nos otorgó Dios, por petición misma de cristo.

Vemos pues a críticos o intérpretes del apocalipsis, que argumentan que Juan apóstol no fue el autor de este libro, dado que hay diferencias de estilo de lenguaje en este libro, atribuyéndose este a Juan un visionario de Patmos, El Apocalipsis da detalles escasos pero no irrelevantes acerca de su autor: su nombre es «Juan» (Apocalipsis 1:1, Apocalipsis 1:4, Apocalipsis 1:9, Apocalipsis 22:8). Luego el autor Juan el autor es identificado y se incluye como un profeta (22:9; ver 10:11), sin embargo, esto no significa que fue un profeta llamado Juan, y diferente al apóstol Juan. También se atribuye varios títulos genéricos, tales como «siervo» de Dios (Apocalipsis 1:1) y «hermano y compañero en la tribulación» del grupo al que se dirige (Apocalipsis 1:9). Su presencia en la isla de Patmos (Apocalipsis 1:9) fue la probable consecuencia de un destierro impuesto por las autoridades romanas. Las cartas que envía a las siete iglesias (Apocalipsis 2:1-3:22) manifiestan que era muy conocido por los cristianos de Asia y que, dentro de las comunidades cristianas, gozaba de una autoridad indiscutida. Pero A partir del siglo II (cuando alejados de las aquellas primeras tradiciones judías) los nuevos cristianos y obispos empiezan se repiten dos preguntas sobre el autor del Apocalipsis: ¿Cuál fue la relación entre este «Juan de Patmos» y Juan el Apóstol? ¿Fue el vidente del Apocalipsis también autor del Evangelio de Juan y de las epístolas joánicas? etc. Sin embargo, debemos de recordar (y todo cristiano lo sabe) que todos los apóstoles escribieron por inspiración divina, y que las palabras que ellos usaron fueron dadas y escogidas por el Espíritu Santo y no por ellos mismos (Jn 14:26; 16:13; Hch 2:4; 1 Co 2:13). Y que estas palabras, su significado dentro de su contexto, e inspiradas por el espíritu santo, solo son accesibles, por el bautismo del espíritu:

"Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios. Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido, lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual. Pero el hombre natural (laico) no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. En cambio, el espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie. Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Más nosotros tenemos la mente de Cristo". (1 corintios, 2: 10, 16)



Dios ¿límite Asintótico de la mente? / jordi Maqueda

 


DIOS ¿LÍMITE ASINTÓTICO DE LA MENTE?
respuesta a Carlos Blanco: @AltiusSociety

Se propone (propone carlos Blanco) a Dios como idea, afirmando este, como límite asintótico de la mente, y no como respuesta o solución que revela al ser /ente y, por tanto, como una pregunta (infinita) o entelequia, no un ser realizado en el aquí y en el ahora del universo, sino como término y final de un proceso de búsqueda e interrogación y realización del hombre y para el hombre que proyecta la mente humana hacia un límite y potencial Igualmente, infinito.

¡Especulativa!, gritaría de entrada un abogado, pues así propuesto habríamos de recorrer el infinito, que por infinito no tiene fin, para llegar a este, a Dios: pero además no llegaríamos nunca, cuando es lo que se nos propone, pero se propone en un tiempo infinito... como del cero, nunca llegaríamos a uno, por medio de fracciones infinitas. Pero además, si dios (el ser) el ser es, es y será todo lo que es, como propongo en el texto anterior y se presupone de un dios… este no va a cambiar y menos con nuestra manera de entenderlo: pues, ya es y es como es, más allá de cómo podamos concebirlo y, por tanto, la pregunta no lleva sino a infinitas especulaciones. Pero todo cambiaría, si entendemos a Dios como realidad y respuesta a nuestras preguntas y preocupaciones y, que además, ciertamente es: pues el ser es. Y, sí, también se podría y se puede potenciar el crecimiento (sobre todo espiritual) y guiar la mente, su evolución y los sentimientos por medio de reconocerlo y reconocer su existencia, en un proceso de conocimiento profundo de este, de Dios, su espíritu y amor por el hombre: un hombre que como consciencia es capaz, en su libertad, de reconocerlo y compartir con él su felicidad y amor; pues Dios, estar en dios, es amor: Lo demás será embarcarnos en un proceso infinito de búsqueda infinita con final, pero sin fin, en una interrogación permanente del hombre, perpetua, hacia el desarrollo personal no universal, y que en algún momento desistirá, no hallando el prometido fin, pues inalcanzable es el infinito y, por tanto, igualmente pretender el conocimiento infinito de Dios, más todavía cuando no se buscaba a este, al entender la pregunta como vía para el hombre y hacia el hombre y no hacia Dios, entonces solo hallando al final, al hombre; pero si bien, es cierto: el infinito (entendemos aquí límite) de la mente humana, va aumentando su poder conforme avanza en el conocimiento y explora sus posibilidades, pero me pregunto: si al mirar hoy a nuestro alrededor, no somos capaces de encontrar a Dios en toda su creación, sintiéndolo en el corazón, por qué pensar que mañana lo encontraremos; o mejor incluso: qué hace pensar que Dios se vaya a mostrar, si nunca lo ha hecho) más allá de cómo ya se muestra en su creación, por infinitamente inteligentes que seamos?, y entonces me pregunto, ¿qué es la inteligencia?, construir máquinas, coches, tanques… Cierto es que el ser humano es un animal que se interroga por el mundo y el cosmos, y en su búsqueda de respuestas halla conocimiento avanzando, incesantemente en su propio desarrollo —pero conocimiento es tener una idea, no necesariamente profunda o completa: no es saber, que implica conocimiento profundo —cuando precisamente pocos parecen entender, que si bien este avanza en su desarrollo, ni él mismo hombre sabe en qué dirección, o adonde este desarrollo le conduce.

De ahí la necesidad de saber interpretar el mensaje que nos llega de todas partes allá donde busquemos a Dios: amor, siempre es amor; pues en el corazón que rebosa amor, no cabe en este ya otra cosa; y quizá será ahí, en el amor y amor a su creación, donde sin saberlo podemos estar más cerca de Dios, y a salvo de nosotros mismos, de nuestra tecnología y desarrollo, pues "todo aquel que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios". (Juan 4:7/8)