A partir de algunas afirmaciones de Antonio Piñero.
II
Versículos del Apocalipsis comentados:
Cap.-1
(Apocalipsis 1, 1ª); (Apocalipsis 1, 3); (Apocalipsis 1, 4 y 8),
Textos (párrafos) a comentar:
Párrafos 1, 2, 3, 7 de la introducción a los 40 apocalipsis.
Resumen de los puntos a comentar
P1, obra compuesta en dos etapas, utiliza fuentes anteriores, más de un escrito
P1 y P2, Fecha de publicación y muerte de Juan apóstol
P3, Autor desconocido, otro Juan
P4, representa lo que ocurrirá al, fin de los tiempos: futuro próximo, inmediato:
P7, Es un mensaje para los “lectores” del texto
P8, una obra escrita para su momento histórico específico, y no profética.
Un mensaje de consolación.
Antonio no habla de revelación de cristo como eje central, sino de apocalipsis haciendo hincapié sobre el fin del mundo y las expectativas de futuro para los cristianos
Los Párrafos concretos
(1)Esta obra es la que cierra el grupo de escritos que llamamos Nuevo Testamento, pero eso no significa que fuera la última en componerse. En su forma actual, el Apocalipsis es una obra muy compleja, compuesta quizá en dos etapas, que utiliza fuentes anteriores a ella y que tiene material de diversa procedencia cronológica. La mayoría de los estudiosos fecha su redacción definitiva en torno al 96 d. de c, durante el reinado del emperador Domiciano.
(2)La tradición eclesiástica atribuye este escrito al apóstol Juan, hijo del Zebedeo, el mismo que compuso el Cuarto Evangelio. Pero tales atribuciones son imposibles por razones de cronología -el apóstol Juan murió mártir en la persecución desatada en el 44 d. de e —por el rey judío Agripa— de estilo y de pensamiento teológico divergente. Por estas mismas razones, los autores del Cuarto Evangelio y del Apocalipsis son también distintos entre sí.
(3) Entre la literatura apocalíptica estricta es esta obra casi la única que no se presenta como anónima. Su autor es Juan, vidente desterrado a Patmos, pero lo malo es que no sabemos quién es exactamente.
(4)El Apocalipsis se divide en dos grandes partes, precedidas por un prólogo (1, 1-11). La primera describe el presente: capítulos 2-3. La segunda parte (capítulos 4-2 2) representa lo que ocurrirá al, fin de los tiempos, el futuro próximo, inmediato: «Escribe lo que has visto: lo que es y lo que va a suceder más tarde» (1, 19).
(5)Los hechos que describe el autor aparecen en escena varias veces: los mismos acontecimientos se describen hasta en tres ocasiones, pero desde distinta perspectiva, utilizando normalmente el esquema del siete. La repetición triple es como la de una composición musical que presenta una obertura, la presentación del tema y luego el desarrollo pleno de este. Así: 4,1 y ss. /5,1 y ss. /6, 1 y ss, son en realidad la misma visión. Los ciclos de los siete serlos, siete trompetas y siete copas son sustancialmente la misma visión repetida tres veces. 6, 1- 8, 1 son una descripción sumaria de los horrores que van a venir y preparan el Gran Día de la Cólera = los siete sellos; 8, 2 - 11, 19 forman una segunda descripción de los mismos horrores y castigos: comienza la Gran Cólera = siete trompetas; 15, 1-16, 21 constituyen la tercera y definitiva descripción de los mismos espantos de la Gran Cólera = siete copas. Por tanto, los siete sellos, las siete trompetas y las siete copas dibujan los mismos acontecimientos, pero en oleadas sucesivas.
(6)Este es el eje central del Apocalipsis. Terminado este plan de triple repetición de los horrores de la Gran Cólera, viene la descripción del triunfo definitivo del Cordero Jesús y sus fieles, que es a su vez repetición y expansión de temas o anuncios anteriores.
(7)Este triunfo largamente anunciado es el gran mensaje para los lectores, no hay que desanimarse; el fin del mundo es inmediato; después de las penalidades viene la gran gloria, si se es fiel a Jesús.
(8)El Apocalipsis de Juan es una obra escrita para su momento histórico específico, con la idea de que el fin del mundo sería inmediato. Esta profecía no se cumplió, pero la obra del vidente Juan no vale para predecir -utilizando cualquier tipo de operaciones de interpretación— el verdadero fin del mundo, ya que los datos que ofrece su escrito están pensados para su tiempo histórico.
(9)Es normal que el público piense que solo existe un escrito de esta clase, el que lleva el nombre de Juan, el Apocalipsis por excelencia, el libro que cierra la colección de textos que llamamos Nuevo Testamento. Resulta, sin embargo, que el judaísmo y el cristianismo primitivo nos han legado muchos más escritos de este género, muy interesantes para conocer las ideas sobre el fin del mundo y las expectativas de futuro que albergaban judíos y cristianos en la época en la que surge el cristianismo, ideas -o al menos muchas de ellas- que duran hasta hoy día. — (De la introducción inicial del libro).
Comentarios
a los párrafos. 1, y 7
Los
párrafos
(1)Esta obra es la que cierra el grupo de escritos que llamamos Nuevo Testamento, pero eso no significa que fuera la última en componerse. En su forma actual, el Apocalipsis es una obra muy compleja, compuesta quizá en dos etapas, que utiliza fuentes anteriores a ella y que tiene material de diversa procedencia cronológica. La mayoría de los estudiosos fecha su redacción definitiva en torno al 96 d. de c, durante el reinado del emperador Domiciano
(7)Este triunfo largamente anunciado es el gran mensaje para los lectores, no hay que desanimarse; el fin del mundo es inmediato; después de las penalidades viene la gran gloria, si se es fiel a Jesús.
Comentarios
El Apocalipsis, en su forma actual—nos dice Antonio— se compuso "quizá (no es seguro) en dos etapas, utilizando fuentes anteriores a ella" (que bien pudieran ser también orales, o provenir de estas —insinúo—, y trasladadas luego a un texto, dictado, para complementar lo que faltase de otro). El mismo Antonio añade: que el texto tiene material de diversa procedencia cronológica: esto es, a partir de estudios filológicos; entendemos, pues, diversos testigos o textos anteriores; sin embargo, esto apoya no solo lo dicho por mí antes, en tanto otras fuentes para complementar lo que faltase de otro, sino igualmente se advierte aquella costumbre muy cristiana, y aconsejable (Mt 18,16), y que luego también leemos en corintios: "En la boca de dos o de tres testigos consistirá toda palabra" (2 Cr 13,1).
Es cierto, y muy evidente, que el griego del Evangelio de Juan y del Apocalipsis son dramáticamente distintos: el griego del Evangelio de Juan es claramente mejor que el griego del Apocalipsis. Causa principal de los argumentos y ataques laicos contra de la autoría del Apocalipsis por el mismo Juan apóstol (Evangelista). Pero atiendan: la mayoría de la literatura del siglo primero no fue escrita de puño, sino dictada a un escriba, la diferencia en el nivel de sofisticación lingüística, podría perfectamente deberse a los diferentes escribas que hicieron el trabajo en cada determinado momento, sin mencionar el género de adaptación de la narrativa histórica (Evangelio de Juan) a la literatura apocalíptica (Libro del Apocalipsis). En otras palabras, si Juan escribió su Evangelio desde Éfeso (tal como especifican tradiciones primitivas) tendría sentido que tuviese acceso a algunos de los mejores escribas, mientras que cuando él estaba en la isla de Patmos, ya mucho más mayor, y momento de la revelación, es razonable suponer que la elección de escribas fuese severamente limitada, eso y si estuviera alguno disponible. Pero Entiéndase igualmente, que no estamos hablando de un mamotreto como el Quiote de 2000 páginas, sino de un librito de 20 páginas, no más en mi biblia, y que cualquier cristiano, pero sobre todo cualquier judío/cristiano de la época con algo de empeño, podría memorizar en la cárcel, incluso con más empeño en una cárcel. Donde difícilmente hallaremos pluma, escriba o incluso un lugar para conservar lo escrito: de ahí una revelación (visión) que se pueda memorizar y luego, llegado el momento apropiado, ser dictada oralmente para poder ser leído en voz alta y escuchado por toda la comunidad, y sin necesidad, por cierto, de que dicha revelación tuviera que ser escrita de puño y letra, por quien la recibe originalmente como revelación: y que a bien seguro no la esperaba con la pluma en las manos, ni en las condiciones más apropiadas en una prisión del siglo I.
Pero por qué hablo de memorizar y luego dictar oralmente, o leer en voz alta, cuando siempre laicos y no laicos, hablan siempre de un texto (de leer el texto) y venga texto, al igual que el propio Antonio, como leemos: "Este triunfo largamente anunciado es el gran mensaje para los lectores, no hay que desanimarse; el fin del mundo es inmediato; después de las penalidades viene la gran gloria, si se es fiel a Jesús", -(Antonio Piñero -párrafo 7,1 - introducción). Un mensaje para lectores, refiere. Veamos, según leemos, los que de verdad leemos la revelación (el Apocalipsis) entendemos, se trata de un texto para ser leído /escuchado en voz alta, y lo dice expresamente: ‘bienaventurado el que lee en voz alta y los que escuchan’ (Apocalipsis 1,3). Por tanto, la obra implica que, el texto del Apocalipsis se escribe para ser leído en un contexto concreto: la asamblea cristiana que se reúne para celebrar su fe. Luego la lectura en voz alta a terceros, en cierto modo, podría obligar a los autores a configurar su lectura de una manera concreta con el fin que resultase atractivo al oyente (esto ya ocurre de las mismas traducciones), quizá enriqueciendo las formas, pero sin añadir otras formas, y sin quitar palabra alguna, pues Apocalipsis 22:18-19 contiene una advertencia para cualquiera que adultere el texto bíblico: “Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad, y de las cosas que están escritas en este libro”. Pues son las palabras mismas de dios a cristo, y cristo a Juan.
Por este mismo motivo, la revelación (o Apocalipsis) se sirve de un estilo oral muy enriquecido, y destinado a atraer cuando es oído en voz alta, que facilita al oyente escuchar al que lee: y que es la forma más rápida y directa de llegar a todas las personas y comunidades, de toda posición social en la antigüedad, sobre todo a las más humildes, siempre en el ojo de Nuestro señor. Por ello, las repeticiones ocupan lugar destacado en la revelación, pues facilitan primero al visionario captar y memorizar, y después al oyente el seguimiento de una compleja trama, así como su memorización. También observamos que la revelación se sirve de estrategias del lenguaje oral con otras sus intenciones, concretamente cuando las fórmulas se aplican a ‘el que está sentado en su trono’ y, a ‘semejante a un hijo de hombre’, de lo que se entiende que dentro del proceso de revelación, se enfatiza a que el oyente no solo reconozca e identifique dentro de la trama al protagonista, sino también para que a través de su efecto significador descubran su rostro (la revelación) y la relación o conexión con la imagen de Dios del Antiguo Testamento: que es quien envía la revelación: Ἀποκάλυψις Ἰησοῦ Χριστοῦ ἣν ἔδωκεν αὐτῷ ὁ θεός (theos) …, ‘la revelación de Jesucristo, que Dios le comunicó…’ (Apocalipsis 1,1 a).
Luego parece lógico que el oyente/lector a quien Juan, por medio de la revelación, se dirige, igualmente se pregunte, qué Dios se esconde tras la expresión ὁ θεός, si el Dios de esta nueva revelación se asemeja al Dios del Antiguo Testamento o si, por el contrario, refleja ya el nuevo rostro de Dios de los escritos neo-testamentarios, donde Jesús revela su experiencia de Dios como Padre, (Lc 15,11-33); (Mt 6,25-30). Una primera respuesta aparece al comienzo el Apocalipsis en el diálogo litúrgico inicial (Ap 1,4 y 8), en el que Juan dice: χάρις ὑμῖν καὶ εἰρήνη ἀπὸ ὁ ὢν καὶ ὁ ἦν καὶ ὁ ἐρχόμενος (Ap. 1, 4 b). Gracia y paz a vosotros de parte del que está siendo, y del que era, y del que está viniendo. (la revelación) por tanto, designa a Cristo con tres palabras griegas casi intraducibles que designan su Divinidad (Él está en Gloria), su Humanidad y su futura Venida: está viniendo, un verbo y dos participios activos sustantivados: o oon o een kai o erjómenos que en y en castellano bárbaramente: "el Siendo, el Era y el Viniéndose". Estas palabras serán recogidas y ampliadas al final de dicho diálogo, donde tiene lugar una intervención de Dios que irrumpe ex abrupto, tras el oráculo profético, y es el mismo Dios quien revela al oyente/lector su identidad, a sus fieles atentos:
Ἐγώ εἰμι τὸ ἄλφα καὶ τὸ ὦ, λέγει κύριος ὁ θεός, ὁ ὢν καὶ ὁ ἦν καὶ ὁ ἐρχόμενος, ὁ παντοκράτωρ (Ap 1,8) Yo soy el alfa y el omega, dice el Señor Dios, el que está siendo y el que era y el que está viniendo, el todopoderoso / La denominación de "Cristo Pantocrátor" se extendió como apelativo de Cristo en la Iglesia Oriental: "el que todo lo manda", el Omnipotente. Pues hermanos, como vemos, no se trata tanto de distraerse con las escenas apocalípticas (y del fin del mundo, como se refiere tantísimas veces) y donde encallan siempre los laicos al igual que Antonio, sino de buscar y mirar a los ojos del que viene a presentarse y revelarse a nosotros: Cristo glorificado. Pues cabe que lo reconozcamos, y cuanto antes, ya que regresa, y lo hace pronto, nos dice…
Luego, o el lector contemporáneo, igualmente se hace preguntas respecto a este texto. No obstante, la lectura del Apocalipsis resulta ardua y difícil para el lector de hoy, pues en primer lugar no conoce con profundidad lo que en el s. I d.C. se designaba con el nombre de Escrituras, que corresponde en gran parte al Antiguo Testamento de la Biblia cristiana, por lo que encuentra dificultades para reconocer las continuas alusiones a los textos (relativo a las sagradas escrituras de los judíos) y, como consecuencia, le resulta difícil captar el trasfondo de la revelación, donde entiende un texto “apocalíptico” de connotaciones catastróficas, a partir de interpretaciones siempre erróneas, laicas y contemporáneas, donde leen y entiende la revelación (el Apocalipsis) como tradicionalmente se hace en la actualidad: en silencio. Sin embargo, en la Antigüedad la lectura se hacía en voz alta, era un evento social de carácter más o menos público / extendiéndose por las comunidades cristianas como el fuego: lo más rápido posible y eficientemente, donde un poeta recitaba los versos/versículos, y estos se visualizaban interiormente, sería algo así como hoy ir al cine.
Por lo que tanto el lector laico, como el cristiano no familiarizado con el antiguo testamento (católicos como yo, por ejemplo) son fácilmente manipulables por aquellos “estudios laicos” que afirman y desmienten a golpe de sentencia, basándose en unas pruebas relativas que hoy son de una manera, pero ayer no eran, y mañana serán otras. Mientras el texto, está ahí. Siempre.
Comentarios a los párrafos. 1, 2, 4 y 8
(Autoría y fecha del apocalipsis)
Los párrafos
(1)Esta obra es la que cierra el grupo de escritos que llamamos Nuevo Testamento, pero eso no significa que fuera la última en componerse. En su forma actual, el Apocalipsis es una obra muy compleja, compuesta quizá en dos etapas, que utiliza fuentes anteriores a ella y que tiene material de diversa procedencia cronológica. La mayoría de los estudiosos fecha su redacción definitiva en torno al 96 d. de c, durante el reinado del emperador Domiciano.
(2)La tradición eclesiástica atribuye este escrito al apóstol Juan, hijo del Zebedeo, el mismo que compuso el Cuarto Evangelio. Pero tales atribuciones son imposibles por razones de cronología -el apóstol Juan murió mártir en la persecución desatada en el 44 d. de e —por el rey judío Agripa— de estilo y de pensamiento teológico divergente. Por estas mismas razones, los autores del Cuarto Evangelio y del Apocalipsis son también distintos entre sí. Entre la literatura apocalíptica estricta es esta obra casi la única que no se presenta como anónima. Su autor es Juan, vidente desterrado a Patmos, pero lo malo es que no sabemos quién es exactamente.
(4) El Apocalipsis se divide en dos grandes partes, precedidas por un prólogo (1, 1-11). La primera describe el presente: capítulos 2-3. La segunda parte (capítulos 4-2 2) representa lo que ocurrirá al, fin de los tiempos, el futuro próximo, inmediato: «Escribe lo que has visto: lo que es y lo que va a suceder más tarde» (1, 19).
(8)El Apocalipsis de Juan es una obra escrita para su momento histórico específico, con la idea de que el fin del mundo sería inmediato. Esta profecía no se cumplió, pero la obra del vidente Juan no vale para predecir -utilizando cualquier tipo de operaciones de interpretación— el verdadero fin del mundo, ya que los datos que ofrece su escrito están pensados para su tiempo histórico.
Comentarios
La mayoría de los estudiosos fechan la redacción definitiva del apocalipsis en torno al año 96 d.c. durante el reinado del emperador Domiciano (otros antes). El testimonio antiguo más importante sobre la fecha del Apocalipsis es sin duda Ireneo, que prueba de la fecha tardía de este. Ireneo pasó su juventud en Esmirna, donde está una de las siete iglesias a las que se dirigió el libro de Juan, y afirma haber sido alumno de Policarpo, obispo de Esmirna, que a su vez fue alumno del apóstol Juan. Por lo tanto, difícilmente encontramos un testigo más informado y fiable. La afirmación de Ireneo sobre la fecha de redacción del Apocalipsis se conserva en latín por Ireneo y en griego por Eusebio. La versión latina de Ireneo se encuentra en sus comentarios sobre Apocalipsis 13:18 en su obra Contra las Herejías, que probablemente fue escrita hacia el año 180 d.C. Escribió: “Porque si fuera necesario que el nombre de él [el Anticristo] fuera revelado claramente en este tiempo, habría sido dicho por aquel que vio la visión apocalíptica. Porque no fue vista hace mucho tiempo, sino casi en nuestra generación, hacia el final del reinado de Domiciano.” Ireneo se refirió a la “visión apocalíptica” de Juan, y la situó “hacia el final del reinado de Domiciano.” Dado que el reinado de Domiciano terminó en el año 96 d.C., sobre la base del testimonio de Ireneo, podría decirse con credibilidad que el Apocalipsis fue escrito hacia el año 95-96 d.C. La declaración de Ireneo sobre la escritura del libro "hacia el final del reinado de Domiciano" es clara, y su credibilidad como testigo es intachable. Tras Ireneo, hay una larga lista de apoyo a la fecha del año 95 d.C. del Apocalipsis, que tiene una línea ininterrumpida por parte de algunos de los nombres más grandes y fiables de la historia de la Iglesia, después de Ireneo en el año 180 d.C, están: Tertuliano y Orígenes que apoyan la fecha tardía; sin embargo, estos no dicen específicamente que Juan fue desterrado por Domiciano. La permanencia de Juan el Apóstol en Éfeso es conocida asimismo por Clemente de Alejandría (hacia el año 200), quien refiere que «Juan, después de la muerte del tirano (Domiciano), regresó de la isla de Patmos a Éfeso».(Citado por Eusebio de Cesárea. Historia Ecclesiae, III, 23, 6.). El destierro de Juan el Apóstol desde Éfeso a la isla de Patmos (donde según Ireneo de Lyon fue escrito el Libro del Apocalipsis), puede deberse la acusación de ateísmo. La acusación de «ateísmo» en la historia del Imperio Romano refirió con frecuencia la negación a adorar a los dioses romanos en general y a reconocer el origen divino del emperador en particular, por lo que no es de extrañar el destierro de Juan a Patmos dada su actividad y negarse a adorar a otro dios que al suyo. Según el historiador D. Casio (67.14.1-2), Domitila y Flavio Clemente fueron acusados de ateísmo y condenados: Flavio Clemente fue ejecutado y Domitila desterrada a Pandateria. Sería después y tras del asesinato de Domiciano el 18 de septiembre de 96, cuando Juan habría retornado a Éfeso.
Luego, la tradición eclesiástica atribuye este escrito al apóstol Juan: el mismo que compuso el Cuarto Evangelio, hijo del Zebedeo (Zebedeo posible levita, dedicado al servicio del templo, leemos en: Ratzinger, Joseph (2007) - Jesús de Nazaret: Editorial Planeta). Pero tales atribuciones son imposibles por razones de cronología —nos dice A. Piñero — pues el apóstol Juan (de estilo y de pensamiento teológico divergente a ese supuesto otro Juan: el visionario de Patmos, y autor del Apocalipsis de Juan) murió mártir en la persecución desatada en el 44 d. (por Herodes Agripa 1). Y por estas mismas razones, los autores del Cuarto Evangelio y del Apocalipsis son también distintos entre sí. — sentencia Antonio Piñero, en su prólogo al apocalipsis de San Juan, del su libro: los 40 Apocalipsis. Añadiendo luego, sobre vidente desterrado a Patmos: “pero lo malo es que no sabemos quién es exactamente” (p. 210). Bien, pero si no sabemos quién es exactamente Juan, el vidente de Patmos, podría ser cualquiera, incluso perfectamente puede ser Juan apóstol. De no ser, porque parece que escribe (o los textos) son, algo diferentes a los textos anteriores de Juan, pero sobre todo: no es Juan, porque Juan está muerto, según Antonio.
(Muerte de Juan) Sin embargo, de esta persecución aludida por el filólogo, y realizada por Herodes Agripa I, persiguiendo a discípulos de Jesús y haciendo matar a Santiago, el hermano de Juan, —por cierto ambos hijos de Zebedeo. "Hijos del trueno" (Marcos. 3,17) y a razón de congraciarse con los judíos (Hechos 12,3) en ningún lugar luego se habla ahí… de la muerte de Juan. Pero de otro lado, diversos textos patrísticos — aquellos que estudian “los estudiosos”— adjudican a Juan su destierro en Patmos durante el gobierno de Domiciano, y una estancia en Éfeso posterior, constituido en fundamento de la vigorosa «comunidad joánica», en cuyo marco habría muerto a edad avanzada. Recordemos que Domiciano, fue emperador del Imperio desde el 14 de octubre de 81 hasta su muerte el 18 de septiembre de 96. Por lo que no concuerda que Juan muriese el 44 d. por las persecuciones de Agripa 1, como nos dice Antonio, esto si partimos de los textos que aportan los mismos padres de la iglesia. Luego la fuente de los textos, de todos los textos, y los que refiere Antonio también, deberían ser igualmente o partir de aquellos mismos textos de los padres de la iglesia. Sin embargo, son disímiles en cuanto a Juan, en este caso: ignoro la razón (importante, entiendo) de Antonio para tomar unas fuentes y no otras, todas entiendo más que razonables, aunque me gustaría saber por qué, una y no otra, para entonces partir de ahí, pero las desconozco.
Para terminar, y luego de su propia interpretación, Antonio dice: "El Apocalipsis de Juan es una obra escrita para su momento histórico específico, con la idea de que el fin del mundo sería inmediato P4. Y Siendo más: una carta de consuelo, para los creyentes" - nos dice Antonio (esto último lo extraje de una de sus conferencias). Y Luego añade P8 “Esta profecía no se cumplió”, sentencia, y añade: "Pero la obra del vidente Juan no vale para predecir -utilizando cualquier tipo de operaciones de interpretación- el verdadero fin del mundo, ya que los datos que ofrece su escrito están pensados para su tiempo histórico". (A. Piñero - Apocalipsis de Juan P.210).
Bien, para ser una carta de Consuelo dirigida a cristianos, desconsuela bastante escuchar las interpretaciones de esta carta de “consuelo”: “sangre hasta la altura de los frenos de los caballos, y casi todos los cristianos exterminados”: nos dice Antonio P. (conferencias). Por no añadir, además: que confunde bastante y aterroriza al profano, incluso los que en la fe flotan en la tibieza, cuando se escuchan algunas de las interpretaciones que nos hacen aquellos laicos (y sabios de hoy en día, de nuestra sociedad), como el mismo Antonio Piñero: afirmando, que el libro no procede de Juan Apóstol, sino de un "Juan" cualquiera y desconocido, e incluso, por qué no: del heresiarca Kerintos. Luego también afirma que no anuncia al señor, que no es una "profecía", entiende: del fin del mundo, en su opinión (dejémoslo así profecía / aunque yo prefiero: revelación, o: anunciación del Señor); y afirmando que es una alegoría, historia o carta de consolación, para sobrellevar unos hechos, ciertamente terribles, que estaban ocurriendo entonces y, por tanto, de un apocalipsis digamos inmediato (que Antonio interpreta, anuncia el verdadero fin del mundo, p. 210) en los tiempos que corrían (teoría de Antonio), y no una revelación, o mejor: la esperada anunciación de Cristo a sus siervos: unos 2.000.000 millones de cristianos, y luego… nos quedamos tan frescos!!
Pero igualmente, entiendo que la condición humana a veces nos juega unas muy malas pasadas, llevándonos por el camino equivocado del ego y la adulación, y no leemos bien las cosas: lo que nos dicen, y a la vez sepultan, las mismas palabras de un texto, y que por ello, parece que solo los necios ven. En cambio, “Lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios” (1 Corintios 1:26–28). Y me voy al comienzo del mismo apocalipsis a ver qué dice: “La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para mostrar a sus siervos las cosas que deben (suceder/hacer) pronto; y la dio a conocer, enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan,” -(Apocalipsis 1,1)
Revelación de Jesucristo / título. Que se la dio Dios poderoso / su autoridad divina, del texto. A mostrar a los siervos suyos / sus destinatarios: los cristianos (solo a los cristianos, no al mundo). Las cosas que se deben (suceder/hacer) pronto / brevedad en el tiempo: sucederán cosas (que los oyentes veremos: revelación y exhortación: deberemos hacer cosas (los oyentes que deberán preocuparse de retener y de poner en práctica aquello que sea por el Señor dispuesto) Observen... no se trata solo de esperar: la revelación de ese “supuesto fin del mundo”, sino también de una exhortación: hay que hace algo que se nos va a comunicar.
La apocalíptica se interesa por unos hechos concretos, que tienen que ser interpretados a la luz de Dios, que conduce los acontecimientos de la historia y les da un significado que trasciende su materialidad, (U. Vanni). Lo cierto, es que el método "apocalíptico" ciertamente evita que los enemigos de Dios, o contrarios a Dios (el mundo) puedan interferir — "pues, el que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios" (Santiago, 4) —.Pero tampoco lo pone fácil a sus siervos más tibios / siempre fue así, de ahí las reticencias a la revelación, dentro mismo de las iglesias primitivas. Aunque lo que está más claro es que desconcierta, desorbita y desvía a todo no cristiano, ajeno al Espíritu Santo a interpretar a la voluntad del señor, cuando no es por gracia de espíritu santo que nos otorgó Dios, por petición misma de cristo.
Vemos pues a críticos o intérpretes del apocalipsis, que argumentan que Juan apóstol no fue el autor de este libro, dado que hay diferencias de estilo de lenguaje en este libro, atribuyéndose este a Juan un visionario de Patmos, El Apocalipsis da detalles escasos pero no irrelevantes acerca de su autor: su nombre es «Juan» (Apocalipsis 1:1, Apocalipsis 1:4, Apocalipsis 1:9, Apocalipsis 22:8). Luego el autor Juan el autor es identificado y se incluye como un profeta (22:9; ver 10:11), sin embargo, esto no significa que fue un profeta llamado Juan, y diferente al apóstol Juan. También se atribuye varios títulos genéricos, tales como «siervo» de Dios (Apocalipsis 1:1) y «hermano y compañero en la tribulación» del grupo al que se dirige (Apocalipsis 1:9). Su presencia en la isla de Patmos (Apocalipsis 1:9) fue la probable consecuencia de un destierro impuesto por las autoridades romanas. Las cartas que envía a las siete iglesias (Apocalipsis 2:1-3:22) manifiestan que era muy conocido por los cristianos de Asia y que, dentro de las comunidades cristianas, gozaba de una autoridad indiscutida. Pero A partir del siglo II (cuando alejados de las aquellas primeras tradiciones judías) los nuevos cristianos y obispos empiezan se repiten dos preguntas sobre el autor del Apocalipsis: ¿Cuál fue la relación entre este «Juan de Patmos» y Juan el Apóstol? ¿Fue el vidente del Apocalipsis también autor del Evangelio de Juan y de las epístolas joánicas? etc. Sin embargo, debemos de recordar (y todo cristiano lo sabe) que todos los apóstoles escribieron por inspiración divina, y que las palabras que ellos usaron fueron dadas y escogidas por el Espíritu Santo y no por ellos mismos (Jn 14:26; 16:13; Hch 2:4; 1 Co 2:13). Y que estas palabras, su significado dentro de su contexto, e inspiradas por el espíritu santo, solo son accesibles, por el bautismo del espíritu:
"Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios. Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido, lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual. Pero el hombre natural (laico) no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. En cambio, el espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie. Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Más nosotros tenemos la mente de Cristo". (1 corintios, 2: 10, 16)