Sobre Dios y su Manifestación/ About God and His Manifestation
Sobre Dios y su Manifestación
Del concepto y sentido de dios
Cuando recibes una bendición, quiero decir: divina., en lo único que piensas, es en que todas las personas puedan ser partícipes de esta, y de ese amor que sientes al que le quedan cortas todas las explicaciones y palabras, y no que cabe en el corazón. De ahí la necesidad de compartirlo.
A lo largo del pasado siglo (XX), Dios parecería haber sido completamente anulado y desterrado, por una visión determinista /cientificista del mundo y la realidad. Visión esta, que pretendía y pretende, ya desde la revolución francesa, relegar lo Divino a un estadio superado de la evolución de nuestra conciencia. Sí, sí, hablamos, o mejor hablan de esa misma conciencia ―la nuestra― evolucionada al menos en el término, de hacer posible el exterminio de 60 millones de personas en lo que duró el conflicto de la segunda guerra mundial (y 20 millones en la primera) y que arrasó un continente entero. Esa misma conciencia “evolucionada” que aunque todavía no puede evitar accidentes y que los aviones caigan del cielo, pero con sus armas nucleares es capaz de amenazar por aniquilación, la totalidad de la vida de nuestro planeta: que gasta más en armas que en dar de comer... la misma conciencia, que busca nuevos mundos allende las estrellas, mientras destruye el propio. Ciertamente, el concepto de “Dios” ha implicado, desde hace milenios, apelar a la posibilidad de un sentido (o sentidos) de la existencia humana, relativamente dependiente de la realidad de un ser supremo: principio creador y fin de todo cuanto es, pero ¿quién necesita de un Dios creador y a sus Ángeles, cuando piensa que puede o tiene la capacidad de crear y mejorar, e igualmente de destruir todo lo existente?
I
«¿De quién procede el don y el beneficio de que puedas contemplar la belleza del cielo, el curso del sol, la órbita de la luna, la muchedumbre de los astros, y a aquel mismo que en todas estas cosas hace resonar, como en una lira, la armonía y el orden?» San Gregorio Nacianceno.
Muy a pesar de a quienes Dios no interesa, lo cierto es que al comienzo de este nuevo milenio, observamos que la pregunta por Dios persiste (si cabe con más fuerza) no pudiendo desligarse del corazón de millones de personas, del mismo modo que no pueden desligarse del interrogante sobre el significado y sentido de la vida misma, y los esfuerzos y anhelos por encontrar aquello que no podemos todavía entender: la noción de lo absoluto, pero muy especialmente de Dios y que muchos, sin llegar a negar por completo su existencia, lo consideran inaccesible a la razón y entendimiento humano, pues cuanto más se afanan por medio de esa misma razón en atrapar a Dios, más parece que se escapa y distancia de ellos, cuando luego "baste haber desahuciado definitivamente a Dios", que este vuelve a reaparecer sobre del horizonte de su pensamiento. Pues a decir verdad, solo hay que rasgar un poco en la conciencia de cualquier hombre o mujer, para entender que Dios nos acompañará siempre en nuestra andadura, del mismo modo que lo ha hecho desde los albores de la humanidad. Incluso negar ya es pensar en Dios, pues toda negación en este caso de Dios, se sustenta primero en su propia afirmación.
Sin embargo, cientificistas y agnósticos, negadores de su realidad dejaron pasar un detalle por alto, el más importante de todos y a tener en consideración: que la noción de Dios que ellos niegan, no es la verdad de Dios, sino aquella vaga noción de verdad que de Dios tienen las personas, o mejor dicho: niegan el conocimiento o idea limitada y parcial que sobre una idea de Dios tienen o tenemos las personas (imperfectas) a partir de aquella “interpretación o representación” (igualmente imperfecta) y en directa relación con sus propias religiones y creencias, estas las más de las veces dispares, cuando no enfrentadas entre sí; y que del mismo modo que cuando a alguien se le pregunta acerca de la Nada, observamos, luego que aquello que nos aporta (su idea de la Nada) precisamente, nada tiene ver con ella: con la auténtica y absoluta Nada. Pues cuando el concepto pasa por la mente de una persona siendo interpretado, queda por completo desfigurado, o mejor dicho: a la altura y comprensión de los hombres, pero no hay hombre sobre la tierra que pueda hacer saber a otro hombre, con propiedad, sobre la parte de aquello que por completo desconoce, más allá de aquellos puntos que todos encontramos comunes al hablar de Dios. De modo que si queremos aproximarnos a un razonamiento formal, primero deberemos entender que Dios no se puede ni debe limitar a una perspectiva o creencia en concreto, entiéndase: la interpretación que hace aquella, cualquiera creencia o religión de Dios; como tampoco se pueden excluir otras formas de entender aquello que no está al alcance de nuestra comprensión ―espíritu “ser” o fuerza creadora del universo― que está en permanente comunicación con todo lo que forma parte de él y su creación: llámese fuerza creadora, Espíritu o Dios. Por lo tanto, hemos de comprender que cuando nos aproximamos a Dios por medio de las interpretaciones que tenemos a través de religiones, andamos todavía extraviados y sin ver toda la luz sobre el camino, pues lo que se nos ofrece es una idea (entiéndase necesaria) de este ―pero nunca la realidad última de este― que estará expuesta precisamente a la altura y la comprensión de los hombres; luego en este sentido, encontramos que hay quien piensa llegando a afirmar, que Dios juega a esconderse y no se quiere mostrar, pero… ¿Realmente Dios se esconde?
II
Está Dios con nosotros:
Quizá se esconde. Quizá dice algo.
Es cierto, que quizá hace un par de años atrás ni siquiera me hubiese planteado escribir sobre estos temas ajenos a mí condición aquella (y pasada), y que alguno que me conozca de tiempo, ahora se extrañe al verme hacerlo sobre Dios, el Espíritu y de Nuestro Señor Jesucristo, y no sobre volcanes. Pero hace un par de años, antes de subir al Monte Ararat (en el oriente de Anatolia) veía la realidad y el paisaje de una manera muy distinta de como la veo ahora. De forma que tal y como veo y entiendo hoy la realidad, y el paisaje ante mis ojos, tengo pleno convencimiento de esto que voy a decir: “Dios está con nosotros: no se esconde”. De modo que da igual si entendiendo a Dios a partir de las religiones, o bien como Espíritu y, o fuerza creadora del universo del que somos parte y total, opino y afirmo: “no solo que Dios está con nosotros y no se esconde, sino que se comunica y deja entre ver permanentemente entre nosotros, a través de sus muy diversas formas: acariciándonos, cuando menos para hacerse sentir”. Pero la prisa, o la ignorancia en el mejor de los casos, cuando no la agitación de nuestras vidas―como cuando el gato se roza entre nuestras piernas al entrar en una tienda― hace que pasemos por alto estas formas de relación afectuosa. Ein embargo, me he de hacer a un lado por el riesgo que conlleva, sobre todo para el que escucha al que afirma, cuando se pretende que la divinidad (Dios) hoy pueda utilizar el lenguaje mundano de los hombres como en tiempo de profetas, e (incluso a veces un idioma concreto) para directamente hacernos saber de él (hablándonos por palabras al oído). Pues entendamos que dios ya se rebeló y habló a través de Cristo. "Muchas veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros padres por medio de los profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por su Hijo" (Hebreos 1,1-2). Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre es la Palabra única, perfecta e insuperable del Padre. En Él lo dice todo, no habrá otra palabra más que ésta. y precisamente San Juan de la Cruz, después y al igual de otros muchos, lo expresa de manera luminosa, comentando el versículo de (hebreos 1,1-2)
«Porque en darnos, como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya, que no tiene otra, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra [...]; porque lo que hablaba antes en partes a los profetas ya lo ha hablado todo en Él, dándonos al Todo, que es su Hijo. Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios, o querer alguna visión o revelación, no sólo haría una necedad, sino un agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, sin querer otra alguna cosa o novedad" (San Juan de la Cruz, Subida del monte Carmelo 2,22,3-5: Biblioteca Mística Carmelitana, v. 11 (Burgos 1929), p. 184.).
Por lo tanto, No habrá otra revelación, nos dice el catecismo. Dios no tiene necesidad de volver a hablarnos, otra vez. Pues Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo (hebreos 1 -1,12); (Cat 73): Dios se ha revelado plenamente (Catecismo - 66): “no hay que esperar otra revelación pública antes de la gloriosa manifestación de nuestro Señor Jesucristo" (DV 4). Sin embargo, aunque la Revelación esté acabada, no está completamente explicitado; corresponderá a la fe cristiana comprender gradualmente todo su contenido en el transcurso de los siglos. Pero a lo largo de los siglos —se nos dice también por el catecismo— que ha habido revelaciones llamadas "privadas", algunas de las cuales han sido reconocidas por la autoridad de la Iglesia. Estas, sin embargo, no pertenecen al depósito de la fe. Su función no es la de "mejorar" o "completar" la Revelación definitiva de Cristo, sino la de ayudar a vivirla más plenamente una cierta época de la historia.
Guiado por el Magisterio de la Iglesia, y del catecismo entendemos: que el sentir de los fieles (sensus fidelium) sabe discernir y acoger lo que en estas revelaciones constituye una llamada auténtica de Cristo o de sus santos a la Iglesia. La fe cristiana no puede aceptar, por tanto “revelaciones" que pretenden superar o corregir la Revelación de la que Cristo es la plenitud. "Ya me gustaría poder escuchar directamente sus palabras" y entender todo sin más problema y misterio. Pero creo que hay una razón para que no sea así, y hacerlo de otra manera y me explicaré, aunque esta explicación viene de la propia experiencia, y no tiene mayor validez que la que le confiere ser la única de la que, con propiedad, puedo hablar: mi verdad, y no la verdad del Señor.
De entrada, primero Imaginemos por un momento, qué ocurriría hoy al dar testimonio a otras personas de ello: de escuchar voces de Dios (revelándose a nosotros) y hacerlo en nuestra sociedad positivista —algo, por cierto, destinado solo a unos pocos profetas a lo largo de la historia en el pasado— y, luego hacerlo sin otra prueba que nuestra sola palabra. De entrada, habría otras personas que dudarán de nuestra cordura (y por tanto, también de la palabra de Dios) y, segundo, y no menos importante, nuestro lenguaje es tan limitado e imperfecto que habría de limitarse Dios, en su perfección, a expresarse en la imperfección de un lenguaje imperfecto que además corrompe, como corrupto e imperfecto es el hombre y cualquiera otra que sea su obra (sin el auxilio del espíritu santo). Y es precisamente por esto, que encontramos al hombre moderno eliminando inseguridades y dudas de su vida... de una parte, negando: y dejando el alma morir de hambre; y de la otra. mintiendo: engañándose a sí mismo, a su propia alma y a la de los demás. Por esto y otras razones parecidas se han de tener reservas, sobre aquellos que afirman que Dios les habla directamente por la palabra (salvo cuando se trate de niños / ahí no entro). Una palabra, por cierto, tan imperfecta e impura como los mismos hombres o personas que la esgrimen, siendo esta (la palabra que surge de las personas) no solo vehículo por el que el hombre da a conocer testimonio y voluntad de dios en la tierra, sino igualmente (es la palabra) sierva de la mentira, encontrándose no pocas veces hoy al servicio e interés, cuando no del engaño, el mal y la dominación, para la dominación del hombre por el hombre… Pues si solo a uno de nosotros lo hiciese y por la palabra le hablase, luego al dar testimonio esto llevaría a unos a mentir, y a otros a ser engañados en el nombre de dios: y refiero aquellos precisamente que no temen a dios —a diferencia de como ocurría en tiempo de profetas y de Cristo— y que ensucian hoy las mentes a través de la mentira y los medios, profanando la palabra del señor; manifestándose por ello la voluntad (de dios) hoy a través del espíritu santo, y hallando en este un significado propio cada uno (de nosotros) y para sí (con paciencia y auxilio del mismo espíritu y las escrituras) de aquello que entendemos, es voluntad del señor. Y sabréis que se trata de una verdadera revelación, pues esta se manifestará, siempre por medio de su mensajero (el Ángel del señor), o bien —y entiendo esta la mayor posibilidad—de la mano del Espíritu Santo: pues en este caso no habla Dios al hombre, que luego habla; sino el espíritu santo en el hombre es el que hablará, pero "por sus obras los conoceréis" verdaderos o falsos; pues se juzga a alguien por su obra, la causa por el resultado, y “Los frutos son los que dicen cual fue la siembra” (Mateo 7,16-21).
Luego, saber que quien ha recibido al Señor en Espíritu por el Bautismo (del espíritu) renace en la tierra, por aquel acto donde reconocemos a nuestro señor Jesucristo: hijo de dios, su pasión y muerte y allí se nos sepulta como a él. Luego —“habiendo sido sepultados por el bautismo, en el cual también habéis resucitado con Él por la fe en la acción del poder de Dios…” (Col 2,12) — renaceremos en Cristo como "nueva criatura" (Ga 6,15) “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (Corintios, 5, 17) por el pacto de ser en Dios y Nuestro Señor (en su iglesia, y su templo: es nuestro cuerpo) solo para él: y herramienta de su voluntad. Y “El hecho es que Cristo ha resucitado de entre los muertos, como primicias de los que murieron” (Corintios 15-20) y que nosotros en vida igualmente renacemos con él, por el bautismo del espíritu, con un don: primicias que da dios, muestra de su propiedad sobre nosotros y promesa de lo que seremos. Pero que sobre todo habremos de entender, en tanto qué, ahora debemos hacer y ser: “y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra” (Hechos 1:8).
[El Bautismo «es el más bello y magnífico de los dones de Dios [...] lo llamamos don, gracia, unción, iluminación, vestidura de incorruptibilidad, baño de regeneración, sello y todo lo más precioso que hay» Don, porque es conferido a los que no aportan nada; gracia, porque es dado incluso a culpables; bautismo, porque el pecado es sepultado en el agua; unción, porque es sagrado y real (tales son los que son ungidos); iluminación, porque es luz resplandeciente; vestidura, porque cubre nuestra vergüenza; baño, porque lava; y sello, porque nos guarda y es el signo de la soberanía de Dios (San Gregorio Nacianceno, Oratio 40,3-4).]
Luego y volviendo sobre punto anterior, en tanto a la voluntad del señor y la forma como esta se nos revela, es precisamente cuando aquel primer mensaje nos llega, y aún no podemos comprender, que luego de este primer mensaje entendemos es el más importante de todos ellos, al hallar implícito un significado mayor: la necesidad de trascender lo humano y terrenal —por medio del bautismo y auxilio del espíritu—para acceder a la voluntad de dios, pues… lo que es nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido del espíritu, espíritu es ([J 3:6-8].). y "solo el mismo espíritu da testimonio a nuestro espíritu" (Romanos 8-16) bajo la forma y luego interpretación de aquellos símbolos y alegorías (cuando se trata de imágenes); o bien, será por obra misma y auxilio del Espíritu Santo: que no habla ni dice nada, pues obra por medio de nosotros sin poder anticipar de antemano ni claridad, que saldrá de nuestra boca o nuestras manos…, “pues ¿no sabéis que vuestro cuerpo es el templo del Espíritu Santo, que está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois ya vuestros?” (Gálatas 5:22-25). por tanto: quienes afirman literalmente escuchar voces o (frases) de dios y los Ángeles, no escuchan ni ven otra cosa que a sí mismos, interponiéndose entre ellos y la voluntad de dios.
Pero, y volviendo a nuestra relación con Dios por el espíritu santo, hemos de entender y entenderemos, siempre, una comunicación y relación personal; si bien parece (y hablo por mi caso) que antes y durante, habremos de recorrer un camino de aprendizaje, revelación y conversión, por el que nos prepararnos para aprender a ver y distinguir, primero unos signos y señales (del lenguaje divino) que paulatinamente se harán presentes y reconocibles ―en el presente, pero que hallaremos también en el pasado, buscándolos― para quienes ya advierten (o empiezan a advertir) lo extraordinario en lo ordinario, y en ello una mano que nos conduce y preparara para el bautismo, y ser luego del espíritu, y por su voluntad dejar guiar nuestros actos. En ese punto, tan solo hay que abrir el corazón al amor: pues al amanecer, cada mañana nos trae una nueva bendición velada, que ilumina una voluntad divina que quizá solo se manifieste en ese momento, pero puede alumbrar toda una vida, y por ello no puede ser ignorada.
Pero son muchas las personas que hoy pueden pensar—y lo entiendo perfectamente— que todo esto que digo es absurdo y no va con ellos: que la vida es un cacharrito de feria, donde todo lo que se ofrece es repetir lo mismo que hicimos ayer: una y otra vez, no advirtiendo nada extraordinario en ello. Pero si has llegado a ese punto, arrepiéntete primero y luego da gracias luego al Señor, pues cuanto más oscura la senda, más fácil de encontrar es la luz y el canino al señor. Sal entonces y busca en todas aquellas cosas que toman lugar por el cambio y piensa que nada ama tanto Dios, como cambiar las cosas existentes: "He aquí yo hago nuevas todas las cosas" (Apocalipsis 21,5) sobre todo a nosotros: y verás que ningún día es igual al anterior; que la misma abeja hoy está sobre otra flor, que no fue la de ayer, y mañana no será la misma, e incluso en las nubes que ves pasar, en las formas se renuevan y no se repiten jamás. Recuerda que la mano de dios está en el cambio, y que el espíritu, como “el viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; y que así es todo aquel nacido del Espíritu”.(Juan 3: 8-21).
Pero no debemos preocuparnos (o un poco sí), pues cuando Dios quiere algo de nosotros y nosotros y—olvidándonos de lo que queremos— atendemos su llamada “el universo entero nos ilumina y conspira, por medio del espíritu mostrándonos el camino” hacia aquellos signos y señales de Dios. Solo hay que tener el corazón cerrado al ego, abierto al señor y a todo cuanto se muestre, incluso prestando atención a aquello que encontramos más insignificante, si no absurdo y que no parece tener sentido, pero termina llevándonos a algún lugar. En todo caso, lo cierto es que se precisa de una cierta actitud, pues aquello que llamamos “divinidad” puede estar aguardando en cualquier lugar, y la respuesta a nuestra pregunta, en la conversación entre unos extraños. Pero cuidado si te dispones a seguir al señor: pues allá donde dios viene levantar una iglesia, el diablo levanta al lado una capilla, y es precisamente por ello, si eres cristiano que le darás credibilidad a las enseñanzas de Cristo, y en el corazón de Cristo había una profunda preocupación, por la realidad del mal: “No te ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo” (Juan 17 15). Por lo que no se me hace difícil entender, después de mi experiencia, aquellas palabras de Lutero (al que a veces leo) cuando llevado posiblemente por el terror, nos habla de su pacto: “Hice una alianza con Dios, que El no me mande visiones, ni sueños, ni siquiera ángeles. Estoy satisfecho con el don de las Escrituras Sagradas, que me dan instrucción abundante y todo lo que preciso conocer tanto para esta vida cuanto para lo que ha de venir.”
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