Nuestro Señor Jesucristo se comunica con nosotros? Does our Lord Jesus Christ communicate with us?
En relación al Apocalipsis, de San Juan
¿Por qué es importante?
¿Esta Dios ahí?
“que ha dado testimonio de la palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo, y de todas las cosas que ha visto. (Ap 1,1)
En mi caso tardé, y no poco, en darme cuenta de que había una relación, entre mi vida: lo que ocurría en ella y el libro de las revelaciones, o Apocalipsis; entiéndase cuando digo (apocalipsis) no refiero el fin del mundo, como tantas veces se malentiende, sino que refiero la revelación del Señor en los textos, su voluntad: "mostrar a los siervos suyos las cosas que se deben hacer pronto" (1, 1-2). Este método, "el apocalíptico" es tan interesante como luego críptico, pero ciertamente evita que los enemigos de Dios interfieran: desconociendo así sus verdaderos planes del señor, solo revelados a sus siervos de modo tan singular. Pero..., tampoco lo pone fácil a estos (sus siervos, al menos en nuestros tiempos) donde poco o nada estamos familiarizados con el lenguaje apocalíptico del Antiguo Testamento, que por ejemplo encontramos en Daniel, Ezequiel, y Zacarías. Para hacernos una idea, el Apocalípsis de Juan del Nuevo Testamento, tiene 22 capítulos, con un total de 404 versículos (suma de todos los versículos existentes en todos los capítulos) de estos 265 versículos contienen lenguaje del Antiguo Testamento.
Pero el Apocalipsis, no es un libro fácil para casi nadie y menos como guía, resultando un libro absolutamente enigmático de entrada, que muchas personas entre las que me contaba, reconocen inútil leerlo. Sin embargo, me costaba pensar y aceptar, ya entrado en cavilación y llevado de la mano del Espíritu Santo —del mismo modo que debió ocurrir a los padres de la iglesia— que Dios hubiese legado una revelación tan impresionante a Juan, sabiendo de antemano que resultaría inaccesible al entendimiento: un enigma casi insoluble y contrario, por tanto, a una revelación. De hecho, la misma iglesia que finalmente lo aceptó —y sería por algo— no lo tuvo fácil, y la polémica entre los Padres respecto a la canonicidad del Apocalipsis duró varios siglos. De ahí, que comenzase a sumergirme en este, en el Apocalípsis, casi más por necesidad que obligación, aunque no en un primer momento del todo volcado, pero buscando alguna explicación en el libro: sus símbolos y alegorías, e igualmente, de ese modo encontrar — junto a lecturas al tiempo de otros textos sagrados—un sentido para mí y mi vida, y por supuesto: a todo lo que me estaba ocurriendo... pero ningún otro libro sacro al que recurrir, ni mejor para tal menester que el Apocalipsis, cuando este nos desvela con tanta premura, recomendándonos, ya de entrada: “guarda lo que en él está escrito, pues el tiempo está cerca” (Ap 1, 3). Entendiendo: Toma lo que está escrito, y recuérdalo, pues el tiempo (tu tiempo quizás) está cerca y lo necesitarás, para poder reconocer a nuestro señor, en Gloria, e igualmente a su adversario, que es el tuyo. Y ciertamente, el tiempo está cerca (1,3), si no es ya el tiempo y lo ha sido siempre: “He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno, según sea su obra”. (22:12-13)
¿El Señor se comunica con nosotros?
¿Está pendiente de nosotros?
Respuesta a partir de:
MENSAJE A LA IGLESIA EN ÉFESO
(Apocalipsis 2:1-7):
Para responder bien esta pregunta, debemos atenernos a las sagradas escrituras: no caben dogmas, cabe la palabra del señor: será lo que ella nos diga. Cierto es, que cuando el Señor revela su voluntad a la Iglesia, Él habla por medio de su profeta. Los profetas son las únicas personas que pueden recibir revelación para la Iglesia, pero no son los únicos que pueden recibir una revelación: según nuestra fidelidad o situación particular, también podemos recibir revelación para ayudarnos en nuestras necesidades (puntuales) de algo concreto y que tenga que ver igualmente con Nuestro señor: una revelación para fortalecer nuestro testimonio, por ejemplo, pero nunca para cambiar el testimonio del Señor.
El Señor se fue, pero no para siempre; aunque no dijo cuándo volvería. En ese sentido, observamos que el Apocalipsis de Juan nos prepara para su vuelta a nosotros, para poder recibirlo: entendiendo cuándo y la forma en que vendrá, y pudiendo así reconocerlo y reconocer igualmente al adversario. La revelación, por tanto, no es otra cosa que la comunicación de Dios, nuestro señor, con sus hijos: nos quiere decir algo importante, y Él siempre está en contacto con nosotros. "Él camina con nosotros" (Juan 16:33; Hebreos 13:5; I Juan 4:4) y esto ya nos dice mucho. Luego, y ateniéndonos a lo antes mencionado, ahora veamos ¿dónde?, o más concretamente ¿en qué libro del Nuevo o del Antiguo Testamento podemos encontrar nuestra respuesta? Hablando de Nuestro Señor Jesucristo, quizá —y no obviando el Antiguo testamento— debamos prestar mayor atención a libro del apóstol Juan, o de Juan (a secas), pues en él es donde Jesucristo explica "detalladamente" a su siervo Juan, no solo dónde y cómo está ahora: glorificado (y muy distinto a como conocimos al cordero), sino igualmente de qué manera prepara su regreso en gloria, y también, y muy importante: a qué se dedica mientras tanto, y llega el tiempo; algo, esto último ¿a qué se dedica el señor mientras llega el tiempo? que muchas veces se pasa, o pasamos por alto, como si nuestro Señor estuviese de brazos cruzados: esperando, y sin hacer nada.
Pues bien, el Señor subió al cielo, sí, es correcto; pero no está parado allí, y uno de sus ministerios, quizá el menos conocido y del que menos se habla, es la inspección. Recordemos: que lo que cristo está haciendo en el presente se establece por la palabra (en las escrituras). Él ha ascendido al cielo, a la diestra de Dios, pero no está allí parado (en su silla) sin hacer nada. Él terminó y se sentó, con la tarea de la redención concluida aquí en la tierra: murió para salvarnos, cierto; pero Él vive allá arriba, o mejor se desvive (como buen pastor - Juan 10, 11) para mantenernos fieles y unidos aquí abajo: pues ni ahora le dejamos descansar, estando incluso más ocupado que antes por mantenernos salvos. Pues de eso se trataba y trata, antes: de salvarnos no solo de la pena del pecado del pasado, sino también del poder de pecado en el presente y la presencia de pecado en el futuro “Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando ya reconciliados, seremos salvos por su vida” (R 5, 15); y ahora: de mantenernos salvos.
De modo que tenemos la intercesión de cristo: que empodera nuestra vida y nuestro trabajo (Hebreos 7:1 - 10:18); luego tenemos la intervención de Cristo: que se ha sacrificado para ser el perdón de los pecados de toda persona; y por fin tenemos la inspección de cristo: y es allí donde le vemos ahora:«Y me volví para ver la voz que hablaba conmigo; y vuelto, vi siete candelabros de oro, y en medio de los candelabros, vi a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido con una túnica que le llegaba hasta los pies y ceñido por el pecho con un cinto de oro». (Apocalipsis 1:12,13) Le vemos en medio de siete candelabros, así es como se presenta en Apocalipsis (2:1), y esos candelabros (el candelabro en concreto) representa algo a la nación de Israel (y a Juan, que escribe). Luego, ¿quién puede caminar entre candelabros según los israelitas? El libro del éxodo nos presenta los candelabros de oro como aquellos artículos más hermosos del tabernáculo (Éxodo 25:31-40; Levítico 24:1-4; Números 8:1-4) Contrariamente a los otros objetos del Tabernáculo hechos de madera de Acacia recubierta de oro, el candelero era totalmente de oro puro, forjado en una sola pieza: es esencialmente divino. Era de oro batido "labrado a martillo". Del brazo principal salían tres brazos de cada lado, había tres copas en forma de flor de almendro en cada brazo, donde se colocaban las lámparas Sin embargo, la imagen que ve Juan no es terrenal, esto es, juan no está viendo el Lugar Santo del templo en Jerusalén, sino que ve del Templo Celestial, donde las lámparas que iluminan simboliza al Espíritu Santo; y en el candelabro de oro "labrado a martillo" juan ve a que aquel a quien el candelabro representa: a cristo glorificado, la deidad, que pasó como el candelabro (labrado a martillo) por el sufrimiento.
Cristo envió el espíritu santo al mundo: el candelabro de oro (es cristo) que sostiene la lámpara (sostiene al espíritu santo en el mundo), pero esa lámpara, a su vez, revela la belleza y gloria del candelabro (del mismo cristo). El espíritu santo ilumina y glorifica por su luz a Jesucristo: eso entendemos del cuadro alegórico que Juan nos representa. De este modo, el Espíritu Santo (hace) que Cristo en toda su gloria sea algo real, al estar para nosotros aquí en el mundo, de modo que podamos sentir y por Él podamos vernos a nosotros mismos: a la luz de su presencia, pudiendo ser nosotros inspeccionados, al igual que hace con sus iglesias, aunque esto no guste: que las inspeccionen (sobre todo a estas) o nos inspeccionen a nosotros, pero aquí lo vemos andando (como una madre inspeccionando a sus hijos) en medio de los candelabros, que son sus iglesias y sus hijos.
El sumo sacerdote (cristo en este caso) y volviendo de nuevo a los israelitas, era quien llevaba a cabo estas tareas, solo él se cuidaba de los candelabros, los otros sacerdotes tenían otras tareas, pero el sumo sacerdote se encargaba de estos menesteres, siendo el único que encendía y llenaba de aceite (espíritu santo) en la medida: controlando la cantidad de luz que debían dar las lámparas, o bien, y si las lámparas comenzaban a humear y no daba luz clara, limpiarlas si era el caso… “Escribe al ángel de la Iglesia en Éfeso: El que tiene las siete estrellas en su mano derecha, el que anda entre los siete candeleros de oro, dice esto:” (apocalipsis 2:1-7): 2:1 (La frase “el que tiene las siete estrellas en su mano derecha” es en referencia a Jesús cristo (1:16). Luego La frase “el que anda entre los siete candeleros de oro, dice esto” sugiere que Jesús, sin duda alguna, anda entre Sus Iglesias y está muy bien informado en cuanto a lo que sucede en cada una de ellas y, por tanto: de sus fieles y devotos, a los que se va a dirigir para decirles algo. Pero también se expresa la actividad de Jesús a favor de Sus Iglesias, se desvive. Él sabe perfectamente lo que están experimentando, no es fácil, pero "Él camina con nosotros en nuestras aflicciones" (Juan 16:33; Hebreos 13:5; I Juan 4:4).
Ahora, por tanto, Jesucristo anda en medio de sus candelabros, en medio de sus iglesias y de los creyentes de estas, y de cada uno de ellos individualmente, “Él camina con nosotros en nuestras aflicciones” (Juan 16:33; Hebreos 13:5; I Juan 4:4). Y Él puede hacer ahí algunas cosas, buenas o malas para sus fieles, entre ellas, Él puede cortar la mecha de las lámparas por así decir, y esto lo vemos en el capítulo 15 del evangelio de San Juan, donde se dice que él es quién limpia los sarmientos para que den más fruto… Toda rama que en mí no da fruto la corta; pero toda rama que da fruto la poda para que dé más fruto todavía. Ustedes ya están limpios por la palabra que les he comunicado. (Juan 15:1-7). Esto es (y aquí voy a ahora a lo que yo necesitaba entender de mi situación): Toda rama que en mí no da fruto, la corta; pero toda rama que da fruto la poda (y esto duele), pero te limpia y purifica de todo lo que arrastras, incluso nuestro orgullo es arrancado de raíz: ahora sí estamos limpios por la palabra que nos ha comunicado. Pero la razón de todo esto es una sola, y solo una, más allá de la salvación prometida: pues como él, no nos vamos a quedar sentados solo adorando, no: esto lo hace para que brotemos y demos más fruto, mejor fruto todavía y glorificarle con ello, con nuestra luz ( que brilla por el espíritu santo). Jesús nos invita a agarrar la cruz: a tomar su camino, y en esto, Él luego permite que nosotros pasemos por ciertas pruebas de fe, por supuesto, nos prueba: a ver si eres lo que dices que eres, y puedes lo que dices que puedes: pues lo que Él pretende de nosotros, es incluso más de lo que haríamos por nosotros mismos; Él ha visto algo ahí, en nosotros, y nos lo hace saber. Pero luego Él va a hacer algo más, y lo hará para obtener una luz más pura: derramará el espíritu santo sobre nosotros, como sumo sacerdote, introducirá más aceite a sus lámparas ahora limpias, para que demos una más luz más brillante y podamos iluminar con ella a los demás, glorificando con ello al señor.
Pero el señor es quien envía el espíritu santo al mundo: lo dijo precisamente que haria eso, y que cuando el espíritu santo viniera iba a ejecutar (por mandato) ciertas cosas, pero no cualquier cosa que nosotros queramos hacer, sino aquello que el señor le envió a hacer (por mandato) en el mundo, y ese es su propósito y el nuestro al caminar con él: hacer la voluntad del Señor y no la nuestra por el espíritu y Glorificarlo dando testimonio de Él. El espíritu santo está hoy en el mundo, y de eso no hay duda; además, el señor quiere comunicarse con sus hijos en el presente: y Él quiere luz, luz pura y derrama el espíritu santo allá donde pueda brillar con fuerza. Pero no caigamos en el error, como tantos, pues cualquier luz que salga de nosotros es solo por el espíritu, pues sin él no hay luz en nosotros ni en este mundo: "y no tendrán necesidad de luz de lámpara ni de luz del sol, porque el Señor Dios los iluminará, y reinarán por los siglos de los siglos". (Apocalipsis 22:5). Sin embargo, El apóstol Juan también menciona el famoso “pecado de muerte”. Este pasaje genera angustia, y con razón, en el corazón de algunos, llevándolos a dudar de su propia salvación. Pues dice: “Si alguno ve a su hermano cometer un pecado que no lleva a la muerte, ore por él y Dios le dará vida. Me refiero a quien comete un pecado que no lleva a la muerte. Pero hay un pecado que sí lleva a la muerte, y en ese caso no digo que se ore por él. Toda maldad es pecado, pero hay pecado que no lleva a la muerte” (1 Juan 5:16-17). Pues a veces el señor también apaga las velas, y cuando la luz no da luz y solo llena de humo la estancia Él actúa: le mete capuchón, y la apaga: "Alejandro, el calderero, me ha causado muchos males; el Señor le pague conforme a sus hechos". (2 de Pablo a Timoteo 4, 14).
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