LA NADA / entrada (9): LEIBNIZ, HEIDEGGER, DIOS Y LA NADA / Jordi Maqueda

LEIBNIZ, HEIDEGGER, DIOS Y LA NADA

Leibniz trató el tema entre Dios y la Nada, sobre una la dialéctica entendida como símbolos de presencia y ausencia. Son muchos los aspectos bajo los que Leibniz es se considera uno de los máximos exponentes de la filosofía moderna; entre ellos, por cuestionarse aquello que Heidegger ha llamado fundamental a la filosofía, entiéndase la pregunta: por qué hay entes mejor que nada, por qué existen cosas mejor que no existen. Esta cuestión, íntimamente unida en la filosofía leibniciana, y universal, sostiene aquella otra que inmediatamente debe formularse: suponiendo que tenga que existir algo, por qué este determinado estado de las cosas resulta mejor que ningún otro, (pregunta, por la que luego se deducirá que habitamos el mejor de los mundos posibles). A partir de Leibniz, muchos pensadores han venido haciéndose estas preguntas, con aquel mismo trasfondo que el mismo Leibniz ya enunciará: «la primera pregunta que tenemos derecho a formularnos será por qué hay algo mejor que nada. Pues la nada es más simple y más fácil que algo».

Leibniz, en su Teodicea podríamos decir, que había empezado el mismo a echarse el lazo de la nada al cuello, al sentenciar que «nada señala mejor la imperfección de una filosofía que la necesidad en que se encuentra el filósofo de confesar que ocurre algo, según su sistema, de lo que no hay razón alguna»; y si «nada existe sin que pueda darse una razón suficiente de su existencia» ¿cómo iba a renunciar a dar razón del origen radical de las cosas? Mas luego comprobaría el mismo, no sin la desesperación que ello supone, que no es tan sencillo este misterio, del mismo modo que “la Nada no es asunto fácil” (como llegó a afirmar él mismo). Pues cada vez que creía tenerla atrapada entre sus manos y conceptos se le volvía a escapar, no sin antes dejar otras y nuevas cuestiones que solucionar. Luego, en su intento de dar razón de la nada, parece que Leibniz no terminará nunca de hacerlo, como se evidencia de sus propios escritos…, y lo mismo veríamos después en Heidegger, por lo que se desprende de sus escritos y conferencias, algunas ya muy posteriores, en tanto, a la imposibilidad de revelar la Nada absoluta. Pues la nada, entendida como nada absoluta, no se deja aprehender —ni por las buenas, ni por las malas— a la razón y el entendimiento de los mortales, de carne y hueso; dando la impresión que se trata de un tema que tenga más que ver con la voluntad (Aristóteles) o por la relación que las cosas tienen con el alma humana—dice Tomás de Aquino— de modo que las cosas van a ella en el acto intelectivo, mientras el alma parece salir de sí mediante la voluntad, cuando quiere atrapar las cosas según el modo de ser propio de estas: precisamente por el alma actuando a ese otro nivel. Luego del enfrentamiento con las demás realidades, el alma capta al no-ser relativo (a su posibilidad) además de la distinción de las cosas entre sí, y de las demás cosas consigo misma. Precisamente, percibir la distinción es necesario para poder explicar que surja la nada (o mejor será decir: que la idea de la nada) como algo posible y distinto cuando por el alma empujada la voluntad quiere saber, y saber de las posibilidades “todas” de las cosas presentes y no presentes, según el modo de ser propio de estas. De modo que podríamos afirmar que es la voluntad (y el deseo que la empuja) culpable de que lleguemos al punto, y por mediación del alma a captar-la, si bien no como verdad, sino como verdad (o potencia) la posibilidad del ser, ausente..., mas lo que el alma entiende y nos revela, luego la razón no comprende (sin auxilio del espíritu s.), y lo que al espíritu y el alma es ausencia, del ser, luego a la razón es presencia, de nada. (No entraré ahora en el tema, más extenso y aún no desarrollado, sobre ausencia y carácter, del ser)

Pero será luego, en la filosofía existencialista, donde encontramos una mayor relevancia referida a esa, Nada, o idea de la nada, pero no tanto ya, con relación a por qué algo, en vez de nada, sino con respecto al ser humano, por ejemplo: “El Ser y la Nada” de Sartre. Sin embargo, es con Heidegger (mentor de Sartre) donde podemos hablar del renacer de «La Nada» como concepto fundamental, de nuevo en filosofía moderna, revelándose de forma más penetrante a la sociedad y el pensar de las personas, a partir de la introducción de nuevos conceptos como el Dasein (que combina las palabras «ser» (sein) y «ahí» (da), significando «existencia») con la finalidad de repensar la tradición metafísica (ontológica) occidental, sobre una nueva hermenéutica y renovada concepción del ser humano, donde se retoma el tema de la nada, aunque subjetiva y minúsculamente, en tanto que habita el Dasein y, que poco o nada tiene que ver, a mi parecer, con la Nada absoluta, pero que luego resulta muy práctica, al parecer, como observamos aún hoy en las universidades, conferencias y librerías.

Heidegger, a modo de entrada y presentación de su teoría, nos apunta: que el pensamiento filosófico, como antes la ciencia, había olvidado la importancia de la nada, que es la base sobre la que se construye el ser. Sin embargo, y como bien afirma Heidegger, ciencia y filosofía se olvidaron antes de la nada y su relevancia, entendida esta relevancia a partir de la afirmación de Heidegger: que sobre la Nada se construye el ser. Pero Heidegger también parece olvidar que el ser es increado, y no se construye en, o sobre lugar alguno y menos sobre Nada… ni tampoco el ser de las cosas (o las personas) pero esto quiere aclaración: Entiéndase… que cuando referimos la Nada, cuando yo refiero la Nada: refiero la Nada (absoluta) luego cuando hablamos del ser, este ser ha de ser absoluto: todo lo que es (en la creación y lo creado) entiéndase dios, o bien un concepto aproximado a dios, como referí anteriormente. Luego el ser que habita en las cosas y el propio hombre, es y habita como parte de ese ser absoluto, que está: es presente en todo lo creado, en todo lugar. Para Algunos, esta parte del todo que habita en las cosas, es precisamente, el ser o alma de las cosas, otros refieren el “el espíritu” que anida en nosotros: dos en uno, y uno en todo lo demás, como entendemos, se desprende no solo de las enseñanzas orientales, sino igualmente de la misma religión cristiana, que habla de iglesia, no como una construcción de piedra, sino iglesia como el cuerpo espiritual, donde el espíritu del señor anida en cada uno de nosotros por el bautismo, y todos nosotros en un mismo cuerpo espiritual o iglesia (el cuerpo de nuestro señor) en espíritu, por la voluntad de Dios. No es tan difícil entender lo que se quiere decir, menos aún si tomamos y entendemos las escrituras (la palabra escrita en estas) para entender al ser, y al ser que reconocemos en todas las cosas (de la creación). Luego, cualquier referencia a otro Ser (no absoluto) y, por tanto, de una Nada (no absoluta), entiéndase: una nada hallada aquí o allá, de esta u otra manera, es abandonar el tema fundamental a tratar de una Nada absoluta como concepto absoluto contrario o en contraposición al ser, volviendo este un asunto menor y subjetivo en todo caso; entiéndase: una nada egoísta y diminuta que pretende alguna relevancia. Pero ya desde Parménides se definió al “ser” y entendemos este como contraposición a la “nada” y la "nada" en contraposición al "ser", ambos, por tanto, conceptos absolutos y opuestos. Pero cuando absoluto es el ser: que es, y al mirar doquiera vemos todo aquello que es... en absoluto puede ser la Nada, pues hay Ser.

Sin embargo, también reconocemos que no sabemos en propiedad que es el ser, sabemos que existe, sí, pero no qué es (mas allá de la teología y la filosofía, pues la ciencia hoy no habla de él); y aunque también entendemos que, en ausencia del ser, cabria su ausencia, no podemos y es imposible saber de aquello a lo que nos referimos por esa ausencia, o ausencia de ser (a la que muchos dieron nombre, y para mayor confusión de las personas: la llamaron la nada, pero que no-es, no existe), pues hay presencia. Luego mi pregunta es: como quien afirma la nada: la ausencia del ser (como absoluto), puede firmar luego al ser/ o a dios / o la misma creación por medio de la Nada, o a partir de la Nada, al ser. Cómo, quien no conoce al ser, afirma a este a partir de la nada que no conoce, que no se deja ver, pues no puede verse... o, a partir de la Nada, la creación. ¿De qué manera podríamos entender lo increado y menos lo que no es, y no existe?, o, como Dice Dionisio, ¿De qué manera, pues, podrá lo creado ver lo increado? Que ni los profetas lo han visto. Sin embargo, hay quien encuentra, o encontró algo, y nos habla de aquello de un modo subjetivo: de un ser que primero no está, si no lo revela una nada diminuta, que es la que lo revela en nuestro diminuto ser, subjetivamente, claro está. Pero cómo... si ningún entendimiento creado, puede entender lo increado en esencia, sino muy vagamente y teniendo mucha fe, como además entender lo que no es y no existe, y entender que lo que no existe pueda alumbrar, o propiciar de alguna manera al ser. De modo que por todo ello, opino lo contrario: que es nada la que se ha construido, como constructo o idea sobre el ser, que si existe, y es, como todos cada día podemos comprobar —aunque no todos lo puedan reconocer— a través de todo aquello que existe, y es.

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